Me envolví precipitadamente en una toalla y salí al pasillo, buscando intimidad para la conversación que no quería que Celia escuchara. Seguramente lo que Fabrizio tenía que decirme era grave para llamar a esa hora nocturna.
—La encontramos —fue lo único que dijo al principio, y yo me quedé tratando de asimilar sus palabras—. A Diletta, la encontramos.—¿En serio? ¿Está viva? ¿Dónde estaba? —interrogué mientras caminaba hacia la sala, donde Nectáreo me observaba a través de la neblina de su tabaco y su embriaguez palpable.—Estaba en Nápoles. La tenía la familia de una tal Livia que trabajaba para el capo Nectáreo. Seguimos la pista de todos los contactos de Livia y eso nos llevó hasta allí —explicó Fabrizio con detalle—. Han pasado dos años desde entonces. Creemo