Una oleada de esperanza me inundó al escuchar estas palabras; debía tratarse de Celia intentando contactarme. Este pequeño indicio era suficiente para inferir que aún confiaba en mí, que tal vez nuestros sentimientos eran genuinos y compartidos. Mi corazón latía con la convicción de su inocencia; se negaba a creer que ella pudiera haberme manipulado.
—Gracias, Darío. Mantente en guardia y no bajes la vigilancia —le instruí con renovado vigor.—Buena suerte, hermano, te mandé ayuda, deben estar al llegar, y no te escondas. Hazle saber al mundo de Catania quien eres. Que tiemblen de solo escuchar nuestro nombre. Utiliza todo nuestros recursos sin importar qué. Encuéntrala y regresa, necesito a mi hermano. Y no olvides mantenerme informado. Si necesitas algo, no dudes en llamarme —se despidió Fabrizio con un tono que denotaba tanto preocupació