Colgué el teléfono y me quedé inmóvil por un momento, permitiéndome sentir el peso del paso que acababa de dar. La venganza había comenzado y no había vuelta atrás. Era hora de poner en marcha el resto de mi plan. Dediqué una mirada a mi móvil dorado, aquel que me había regalado mi enigmático vecino. Lo desbloqueé con la esperanza de encontrar un mensaje anunciando su llegada, pero no; todo seguía igual, con cientos de mensajes enviados por mí sin respuesta alguna. Escribí:
—“Espero que realmente vengas hoy. La boda comenzará a las seis y te agradecería que me honraras con tu presencia”. —Me detuve, dudando, pero al final añadí: — “Te necesito. Tengo miedo de enfrentar esto sola. ¿Dónde estás? Por favor ven y llévame contigo." Lo envié y esper&eacu