El zumbido suave del ascensor se convierte en la banda sonora de mi turbación mientras desciendo lentamente hacia mi destino. Frente al espejo, mi reflejo muestra una mujer decidida, pero detrás de mi aspecto calmado se oculta un corazón herido y temeroso.
Recuerdo aquel día, aquel fatídico momento en el que, llena de ilusión, abrí la puerta de mi nuevo apartamento dispuesta a sorprender a Roger con una cena romántica. Sin embargo, la sorpresa fue mía y de la peor especie. La imagen de Roger y Celeste, enredados en un acto pecaminoso sobre las sábanas que yo aún no había tenido el placer de estrenar, me persigue implacablemente. Aquel dolor me empujó a huir, a precipitarme fuera de la casa, buscando desesperadamente escapar de aquella realidad que me asfixiaba.Y en este mismo elevador, en un acto de desesperación, me lancé en los brazos del desconocid