33. LA INVESTIGACIÓN DE DANTE
La sensación de vacío al desprenderme de mi teléfono era más aguda de lo que esperaba. Era mi último lazo con Celia, y ahora debía dejarlo atrás junto con cualquier otro rastro que pudiera delatarme. "Debí decirle un poco más", me reprochaba internamente mientras sentía el avión elevarse, alejándonos de Roma y de todo lo que me era familiar. Dante, percibiendo mi tormento, posó una mano sobre mi hombro en un gesto de solidaridad.
—Va a estar bien, confía en mí —me aseguró con una convicción que casi logró calmar la tormenta en mi interior—. Nos moveremos rápido y te prometo que vendremos el día de su boda sin importar lo que tengamos que hacer; aunque seamos tú y yo solos, encontraremos el momento de ayudarla y traerla con nosotros. —Además —continuó—, le dije al jefe que no creía que ella fuera culpable de nada para ganar tiempo. No sé si me creyó; lo conoces.
Lo miré, sintiéndome agradecido por tener un amigo como él en momentos como este. Era el compañero que me había seguido ci