Mundo ficciónIniciar sesiónALONSO:
Ambos reímos, aliviando un poco la tensión. Sabíamos que teníamos que concentrarnos en la tarea que nos esperaba, pero era difícil no pensar en el paraíso que nos aguardaba en casa. Con un suspiro compartido, aceleramos hacia nuestro destino, ansiosos por resolver este último asunto y volver a los brazos de nuestras amadas.
Nos sentíamos realmente felices del futuro que se vislumbraba delante de nosotros. Nuestros hombres tenían la misma expresión de felicidad y no se cansaban de elogiar a mi sobrino Filipo por la gran idea de poner a las fuerzas del orden a trabajar para nosotros. A cada rato teníamos noticias de nuevas aprehensiones mientras nosotros estábamos libres de todo peligro gracias a nuestra coartada. —Creo que no queda ya una maldita bruja —dije, pasando por frente del negocio de autos de la familia—. Solo falta que la abuela Rubicelda le haga el baño a nuestras chicas con esa agua que trajimos y lo que ella sabe, y estarán al fin libres de






