Mundo ficciónIniciar sesiónFABRIZIO:
No contestó de inmediato, solo miró de reojo hacia la chimenea apagada, y luego a las ventanas tapiadas donde se filtraba apenas un hilo de la luz de la luna. A pesar de la tensión en el aire, su calma era la de alguien que siempre tiene una carta escondida en mangas invisibles.
—Sí, yo me escapé y la traje —gruñó el abuelo, sus ojos brillando con furia contenida—. La había traído para este refugio hacía mucho tiempo. Yo no lo hice, pertenecía a mis padres adoptivos que lo hicieron por orden de los míos para cuidarme. Rubicelda nunca creyó que su querida hermana mayor Gema había sido quien la ofreció de niña a las brujas Janare, por tener sangre dorada como un “Rubí” y que nos entregó a los alemanes. Y si no llego a escaparme y rescatarla, la hubiese llevado para que la sacrificaran encima de la piedra






