ALONSO:
El anciano me miró por unos instantes y su mirada me pareció una mezcla de compasión y admiración. Sus ojos, aunque cansados, brillaron con un destello que no pude descifrar del todo.
—Ah, joven Garibaldi, esa es una historia que debe contar tu abuelo. A veces hay historias de amor y sacrificio que pocos conocen —comenzó a hablar el anciano, adquiriendo un tono casi reverencial—. Puede que tu tía abuela sea una de las Janare. Sentí clavarse en mi pecho un puñal invisible con esas palabras. "Una de las Janare", dijo el anciano, como si el destino oscuro de mi familia fuese una pieza más en su macabro rompecabezas. Dante, como si comprendiera la gravedad de aquello antes que yo, apretó los puños y se adelantó un paso, su mirada fija como una llama en el anciano. —¡Eso es imposible! —protesté sin poderlo evitar