DILETTA:
Mi hermano Nectáreo me observaba con una visible decepción. Desde mi infancia, él me había instruido para ser cautelosa, para mantenerme alerta en el mundo en el que vivíamos. Sin embargo, yo vivía bajo la protección constante de sus hombres en Catania. A pesar de que ellos pensaban que pasaban desapercibidos, y eso que él los rotaba a diario, yo siempre encontraba la manera de saber que estaban allí, cuidándome. Me permití hacer todo lo que quería. Para mí, el mundo de la mafia era mi rutina diaria desde que nací. En mi ingenuidad, creía que conocía todas las trampas que podrían tenderme.
Y aquí estaba, bajo su mirada de decepción. No era la primera vez que lo había decepcionado seriamente. La primera vez fue cuando desobedecí su advertencia de no acercarme a Concetta. Lo hice impulsada por mi