CELIA:
No podía creer lo que estaba escuchando, pero el miedo me inundó. ¿Y si Alonso también creía eso? Aunque era una mentira, era una que podía sembrar muchas dudas y celos en mi pareja. Y yo, todavía con el tubo para poder respirar, no podía defenderme ni hablar. ¿Cómo iba a hacer para que ese rumor no se esparciera y acabara con mi relación con Alonso?
—No me importa lo que digas —replicó Dante con frmeza—, tu hermana es una mujer de principios, y la mujer que ama mi hermano, y sin importar quién le hizo ese hijo, es de Alonso y punto. Y si te oigo propagando eso que acabas de decir, jamás volveré a dirigirte la palabra, Diletta. Me asombré y admiré la forma en que mi cuñado me defendía. Me llenó de alegría esa opinión que tenía de mí. Decidida a no permitir que las palabras de Diletta arruinaran mi relación, me propuse hablar con Alonso. A pesar de mi estado, debía encontrar la manera de comunicarme con él, de hacerle entender que lo que decía Dil