124. CONTINUACIÓN
ALONSO:
Los hilos del destino a menudo se enredan de maneras inesperadas, y yo estaba a punto de tirar de uno que podría desencadenar una serie de eventos impredecibles. Pero por ella, por nosotros, estaba dispuesto a arriesgarlo todo. La carretera se extendía ante mí, un camino lleno de incertidumbres pero también de esperanza. Era el momento de tomar las riendas de mi vida y dirigirla hacia un futuro que, por primera vez en mucho tiempo, deseaba fervientemente construir.
—Jefe —me interrumpió uno de mis hombres, rompiendo el hilo de mis pensamientos mientras atravesábamos el estacionamiento de uno de los mercados más concurridos de Roma—. Ese es el coche de Dante, y si no me equivoco, aquellos pertenecen a los muchachos Garibaldi.
—¿Cómo? —exclamé, pisando el freno bruscamente al escuchar a mi subordinado.
—Pero eso no es lo peor, jefe. Mire aquel vehículo allá —señaló hacia un auto aparcado con una estratégica discreción cerca de la salida del estacionamiento. Lo reconocí al i