Conducía, no como era mi costumbre; hoy me sentía más temeraria y adelantaba a todos. Ya tenía en mi cabeza unos planes sobre cómo golpearles donde más les duele para empezar. A mi hermana Celeste la haré sufrir, haciendo que Roger tenga que comportarse conmigo delante de ella como el hombre más enamorado que ha existido. Y a él… todavía no sabe lo que le espera. Al llegar a mi oficina, noto las miradas de sorpresa y curiosidad de mis compañeros.
—Buenos días —saludo con una sonrisa a mi secretaria, que me mira y apenas balbucea la respuesta. Lo sé, soy hermosa, aunque me visto como si tuviera ochenta años, siempre con aquellos trajes de etiqueta grises y mi cola de caballo, como me exigía mi padre. Pero eso se acabó. —Tráeme la agenda, Miriela, no tengo mucho tiempo hoy —le pido sin detenerme. &mdas