Miré mi computadora, consumida por el ardiente deseo de descubrir la identidad del hombre que lograba hacerme estallar de placer con cada encuentro. Él había despertado en mi ser virginal un torbellino de emociones y sensaciones desconocidas, que ahora se estaban convirtiendo en mi adicción. Era, sin duda, mi desconocido complaciente que ahora llenaba mi ser y mi mente.
Sin embargo, la presencia de tantos guardias esta mañana no dejaba de inquietarme. La forma en que se vestía, las joyas que portaba y su aura de grandeza y seguridad no dejaban lugar a dudas: estoy ante un hombre de poder. Pero, ¿cómo investigar a alguien del que no sé absolutamente nada, ni siquiera su nombre? La traición de Celeste y Roger había sido el catalizador para que me sumergiera en los brazos de mi desconocido complaciente, pero no cualquier desconocido, sino uno que estaba envuelto en un halo de misterio y poder que desde que compré mi casa me observaba de lejos.