CAPÍTULO 89. Golpes que dejan huella.
—No me callaré aunque me pegues y me dejes desfigurada. ¿Crees, madre, que no sé que pretendes casarme con un hacendado solo para usarme como un boleto a la grandeza? No dejaré que me hagas lo que una vez le hiciste a mis hermanas —Mariana miró a Ignacia—. Sí, hermana, ¿sabes por qué mi mamá no se opuso a tu querido exesposo? Porque el hombre tenía buena posición y le resultó fácil que tú fueras quien pescaste al hombre. Pero piensa: si la situación hubiera sido diferente y, en lugar de un hombre acomodado, te hubieras enamorado de uno humilde, ¿crees que ella te hubiera dejado casarte?
—¡Cállate, Mariana! —gritó Patricia, sintiéndose cansada de tener que luchar con esa muchacha engreída y malagradecida, que no sabe valorar sus esfuerzos y que lo único que busca es seguir siendo una chacha como lo es su verdadera madre.
—¿Que me calle, mamá? ¿Por qué no aconsejaste a Ignacia cuando viste que ese hombre no la quería? En vez de obligarlo a casarse con ella… Y mírala ahora, viviendo de l