CAPÍTULO 88. Mentiras que lastiman.
Narra Irina
Más feliz no podía estar; Orlando cada día se gana que lo ame con más intensidad. Ese hombre arrogante ahora es tierno, muy cariñoso y, sobre todo, comprensivo.
Sin contar que también sé que María no es solamente la señora que me trató con amor, sino que es mi tía, y descubrir que la mujer que dio toda su vida para dedicarse a mí es la madre que siempre añoré tener… no podría pedirle más a la vida.
«Hace apenas días creí no tener nada y ahora tengo de sobra» —lloré de alegría mientras pensaba en todo eso.
—¿Qué te pasa, mi niña? —me preguntó mi madre, mientras vamos de camino a ver a mi tía María. Aún no me acostumbro, pero me gusta esta nueva parte de mí.
Limpié con el dorso de mi mano derecha las lágrimas que rodaron de mis ojos y le respondí:
—Estoy feliz… hace apenas unos días no le veía sentido a mi existencia; me sentía sola, torpe, desprotegida y sin nada por qué luchar. Ahora te tengo a ti, a mi bebé y a Orlando —sonreí. Sé que tengo las mejillas rojas y de seguro