Capítulo 105. Segundas oportunidades.
Subió el cañón a su boca, cerró los ojos, soltó varias lágrimas y tiró del gatillo, cayendo sin vida sobre los papeles esparcidos en el escritorio. Patricia, que estaba en el salón, soltó un grito. Gregorio y ella corrieron a mirar, llevándose la desagradable sorpresa de que Miguel había acabado con su vida, dejándolos a ellos dos a la deriva.
En la hacienda vecina se escuchó el disparo, pero nadie le prestó atención; continuaron con su tarde en familia, haciendo un asado para alegrarle el momento a Irina.
Al día siguiente, a Irina le llegó la noticia de la muerte de Miguel, y aunque el mundo dijera que era mala o tal vez cruel, la señora sorprendió a todos vistiéndose de rojo: tanto su vestido como su pintalabios y sus uñas estaban totalmente de rojo carmesí.
Destapó una botella de champán y, aunque no realizó una fiesta despampanante, celebró.
—Que Dios me perdone si estoy cometiendo un pecado, pero es lo que siente mi corazón —dijo, alzando una copa al aire—. ¡Salud!
Luego de lo su