Ivar Isaken es el hijo menor de la familia que domina los países nórdicos, poderosos y adinerados poseedores de un apellido con uno de los legados más importantes, sin embargo para su familia es todo un paría, rechazado por su padre y la sociedad, es un hombre lleno de tatuajes y con un violento curriculum. Valeska Nygård es una joven que un día fue feliz, al menos hasta que sus padres murieron en un trágico accidente y fue entregada a su madrastra, una mujer que no conoce límites y no tiene escrúpulos. La doblega y le quita todo su dinero para dejarla a la deriva, es su abuela quien la salva de ese infierno, ayudándole a culminar sus estudios universitarios con mucho esfuerzo y sacrificio. La familia de Nygård se ve obligada a pagar una alta deuda de dinero con la familia Isaken por sus malos y corruptos manejos de la herencia de Valeska. Y para que ninguna familia salga perdiendo, estos dos jóvenes son obligados a casarse, escondiendo verdades que los condenaran para siempre. Pues Ivar no es lo que parece y Valeska esconde secretos que la llevaran a vivir un infierno de mano de su esposo y verdugo. ¿Será el mentiroso amor que los unió su fin o el principio de sus vidas?
Ler mais—Prometo que volveré a visitarte —ese niño de ojos hermosos y claros hacía que mis mejillas se tintaran un poco de rojo.
—¿Por qué? ¿Por qué me prometes eso? Solo tiras de mi pelo y me molestas.
—Porque si no lo hago yo, ¿quién más lo hará? —Su sonrisa era todo lo que yo podía ver.
Y eso era suficiente para mi.
—¡Valeska! ¡Valeska! ¡Despierta! —sentí como tiraron de mis brazos con fuerza.
Abrí mis ojos y vi el techo sucio y con moho de mi pequeña habitación.
—¿Qué… Qué sucede? —pregunte aún dormida.
—Tu… Jonella. Viene para acá, te lleva llamando media hora y…
La puerta se abrió de golpe y Jonella con sus ojos profundos y fríos, llenos de ira tiró de mi brazo y clavó sus uñas.
—¡Despierta, holgazana!
Hubiese querido gritar, llorar, liberarme o decir algo, pero ya estaba tan acostumbrada al dolor que era imposible que un nuevo ataque por parte de mi madrastra me afectará.
Baje a la cocina y use el mismo delantal viejo que tenía desde los 10, habían pasado 17 años y un día como hoy, era mi número 18, el día que al fin sería libre, extrañamente Jonella estaba más molesta que nunca.
—Valeksa, nosotros hicimos para ti…
Las chicas de la cocina y yo, junto al jardinero no sumamos más que 4 personas, muy pocas para el mantenimiento de una casa tan grande como la que teníamos a cargo, pero desde la muerte de mis padres y que Jonella, mi madrastra quedó a cargo de mi y todo el dinero que mis padres me habían dejado, dinero que poco a poco vi como se iba entre sus manos.
Un pastel, como cada año ellos que eran como mi familia, preparan un pastel para mi. Este año había deseado algo diferente y entonces el jardinero se sorprendió.
El jardinero encendió las luces del exterior de la casa para poder ver bien de qué se trataba, de pronto un auto hizo que todo dentro de mi se sintiera extrañamente bien. Si la memoria no me fallaba aquel era el auto de mi abuela. Sentí mi corazón acelerarse, pero no estaba segura de nada pues los recuerdos se sentían como lejanas pesadillas que no eran reales.—Es... Es la señora…
—Es mi abuela. ¡Mi abuela regresó por mí! —grite emocionada y por primera vez no me importo si se despertaban todos o ninguno, solamente quería sentir sus brazos alrededor de mi cuerpo.
No me quité el horrible y grisáceo delantal que llevaba puesto, tampoco solté mi cabello para que se viera menos feo que en ese horrible moño que me obligaban a hacerme y tampoco limpie mis manos, solamente corrí a los brazos de mi abuela.
Cuando los dos autos se detuvieron frente a mi y la vi bajar, las presión de mi pecho hizo que las lagrimas sucumbieran ante el dolor, la alcance y la abrace sin esperar a que me dijera nada, solamente me quedé allí como en otros años donde yo era una niña que se podía refugiar en el cuerpo de su abuela. Y por primera vez me di cuenta que todo mi cuerpo dolía, tal vez porque ya no me sentía tan vulnerable o tan frágil. Sabía que con ella ya nada me podía lastimar.
—Mi niña ¿Que te han hecho?
—Por favor, sácame de aquí. Nada me importa, ni la casa, ni el dinero, solo sácame de aquí abuela —ella intentaba limpiar mis lágrimas pero era un trabajo imposible, pues el líquido se derramaba sin filtro.
Mi abuela me arrastro dentro de la casa, encendió todas las luces y comenzó a llamar a mi madrastra a gritos, Jonella al ver a mi abuela intentó regresar sobre sus pasos, ya era demasiado tarde. Su sorpresa fue tal que se quedó sin palabras y su piel se puso de un horrible color pálido.
—Suegra ¿qué haces aquí? Se supone que llegabas en una semana.
—¿Qué sucede? ¿No te dio tiempo de esconder la mugre bajo la alfombra, querida?
—No se de que hablas.
Entonces mi abuela con algo de brusquedad me tomó de un brazo y me puso al frente.
—Mira —le gritó—. Mira sus manos que ya no son las de una niña de buena familia, mira su pelo que ya no brilla, mira su rostro sucio como el de un sirviente. ¿Qué le hiciste, Jonella? No es sangre de tu sangre, pero mi hijo confío en ti y la dañaste hasta dejarla gris y vacía.
Jonella no decía nada, solo se veía su rostro tensionado y molesto. No había nada que excusara su comportamiento, mi abuela estaba demasiado agitada y poco a poco se fue desvaneciendo a mi lado. Hasta que sus ojos se cerraron.
No podía perder a mi abuela el mismo día que había regresado.
Los gritos de varios en la casa no se hicieron esperar, de pronto los empleados de mi abuela la subieron al auto y yo me uní a ellos, había un chico mayor que yo, de rostro amable que me tranquilizo pues todo el camino hasta el hospital iba llorando y suplicando a los Dioses que un día mi padre me mostró en dibujos antiguos de vikingos que no me la arrebatará porque de lo contrario yo me iría con ella.
—Su abuela está enferma, no puede tener ningún tipo de emociones fuertes o puede ser fatal.
—¿Hace cuanto? —le pregunté al doctor.
—Por la historia clínica y los resultados del examen, ella debe tener al menos un año enferma.
Puse mi cabeza sobre la cama y acaricié su mano con tanta delicadeza como podía, era una clínica privada bastante elegante y yo estaba allí con mi ropa vieja y sin esperanzas.
—Señorita Valeska, puede ir por un café yo haré la guardia —me dijo el chico joven.
—Gracias, pero no tengo dinero —sonreí y volví a poner mi cabeza junto a la mano de mi abuela.
—Tomé —me extendió un billete y una sonrisa.
—¡No, yo no puedo aceptar esto! —Era un acto bondadoso, pero no podía aceptarlo.
—No es mi dinero, si es lo que le preocupa, es de su abuela y estoy seguro que ella quisiera que comiera algo. Por ahora no puede hacer más, vaya, por favor.
El hombre se acercó un poco más a mi y limpio las manchas de mi rostro, eran las cenizas de esa m*****a chimenea, tome el billete sin decir nada y me fui hasta el primer piso, donde había una máquina dispensadora, quería algo caliente y con un sabor diferente a esa amarga sensación de cada comida en la casa de mi tía.
Pero entonces los gritos de dos hombres me asustaron, un hombre alto con sus brazos llenos de tatuajes y corpulento estaba peleando para que lo dejaran ir de allí, contra dos enfermeros que tenían la mitad de su tamaño. El tipo tenía la camiseta llena de sangre y el labio roto, además de una hermosa y perfilada nariz sangrando. Parecía que lo habían atacado. Entonces un hombre igual de alto, pero con el pelo más oscuro y vestido con un impecable traje se le acercó, susurró un par de palabras y finalmente el chico se dejó atender.
Sus ojos verdes penetrantes se fijaron por un momento en mí y parecía que mi cuerpo había dejado de responder por completo, no podía moverme, me dio una sonrisa perfecta y trague grueso, se levantó de la camilla y se acercó a mi.
—Eres tú —dijo y acarició un mechón de pelo que se había escapado de mi moño —Abrí la boca e intente decir muchas cosas, sentía que esos ojos ya los conocía pero no podía decir nada, ¿quién era ese hombre?—No… No sé de qué habla —dije muy nerviosa y con mi estómago hecho un nudo.
—Eres tú, eres real. Después de todo este tiempo eres real —continuaba sonriendo y acariciando mi pelo.
—Iv… —el hombre parecido al chico ensangrentado pero con traje elegante se acercó—, hermano dejala, estás alucinando otra vez.
—No, mirala. Es ella, la niña de mis sueños —intento tomar mi mano, pero me aleje enseguida, aunque en sus ojos hubo tristeza, yo logré dar dos pasos hacía atrás.
—Lo… siento.
—No me tengas miedo, soy…
Pero un enfermero con cautela y mucha prisa inyectó algo en su brazo y en segundos se desplomó, lo subieron a una camilla y se alejaron de allí. El hombre elegante iba a decirme algo, pero ya había puesto rumbo a la habitación de mi abuela. Sin embarazo esa extraña sensación no se iba de mi cuerpo.
Sentía como las mariposas y los nudos daban vueltas en mi estómago, regresé con mi abuela que aún dormía y me recoste junto a ella.
—Hija mía, perdóname —las palabras de mi abuela me obligaron a abrir los ojos.
—Abuela, todo está bien, ¿Cómo te sientes?
—Horrible.
—Voy a llamar al médico —le dije corriendo hacia la puerta.
—¡No! Valeska. Me siento horrible porque deje que esa mujer hiciera esto contigo...
—No es tu culpa que ella sea una mala persona.
—Nos iremos de aquí.
—El dinero que me dejaron mis padres...
—Podrás reclamarlo cuando tengas 18 años, si es que queda algo de eso.
—¿De qué hablas? Es imposible que ella...
—Tuve que regresar porque los contadores encargados de mi dinero me enseñaron las cuentas y algo no cuadraba, investigaron y por alguna razón las inversiones de Jonella están conectadas directamente a las mías, según ellos por un mal movimiento que hizo tu padre. Lleva años desviando mi dinero a sus cuentas, lo que me queda es muy poco y solo rezo para que no haya gastado el tuyo igual. Regrese para enfrentarla, pero... mírame, ya soy una vieja enferma.
—Y yo te voy a cuidar, no importa si no tenemos dinero, mientras estemos lejos de aquí, todo estará bien, te lo prometo.
Ese mismo día mi abuela y yo salimos del hospital con rumbo a Dinamarca, para intentar solucionar todo el daño que la bruja de Jonella había causado, no solo en mí, también en las finanzas de mi abuela y muy seguramente sobre el dinero que habían dejado mis padres para mi.
Igor nació muy pequeño, cuando lo tuve entre mis brazos me asusté. Creí que podría lastimarlo con solo tocarlo, mis manos en comparación con su pequeño tamaño parecían gigantes, pero desde que tomó mi dedo meñique me di cuenta que ese pequeño tendría la fuerza de su madre y mía en un solo empaque. —¿Crees que me reconozca? —le pregunté a Valeska que aun seguía un poco pálida. —Sabe que eres su padre. —¿Cómo? Es… es tan pequeño. La fragilidad de Igor entre mis brazos, sus pequeños ojos cerrados, esa ligera capa de pelo rubio sobre su redonda cabeza, su piel blanca, todo era extraño y perfecto al mismo tiempo, mientras lo continuaba arrullando y mirando en esa habitación de hospital, no podía evitar tener en mi cabeza el recuerdo de cada segundo junto a Valeska. Era como un remolino sin fin, desde que éramos niños me había atrapado con su dulzura, cuando la volví a ver en aquel hospital y luego en la calle. Cada encuentro solo me hizo caer más y más profundo. —¿En que piensas? —E
—¡Igor, no! —El grito de Valeska al pequeño diablillo asustó a todos. El niño estaba sobre una mesa, con una sábana anudada a su cuello simulando una capa. Ingo sostenía la silla en la que estaba el perro que era más grande que ellos dos y que estaba por salir corriendo en dirección a Igor, con una habilidad única en Ivar, el rubio se abalanzó sobre su pequeño que estaba volando por el aire mientras sostenía a la hermosa Ida, la recién llegada a la familia, Ragna tenía poco menos de dos meses de haber tenido a otro lindo niño, llamado Ingmar. —Un día vas a sacarle el corazón a tu madre, pequeño —Igor tenía edad suficiente como para entender con claridad las palabras de su padre y por esa razón soltar una carcajada sonora que solo los niños pueden lograr, para hacer reír a todos a su alrededor. Era un día soleado, de cielo despejado y con aves cantando por todo el lugar, Ivar y Valeska miraban en dirección a la piscina porque Igor jugaba desenfrenadamente con Ingo, eran como uña y
2 años atrás.—Jonella, ¿estás lista? —Acke preguntó con firmeza, aunque su voz ahora era espesa, carrasposa, dura, áspera, pastosa, desagradable. Miraba con odio, pero mantenía sus metas en claro.—S-si… Aquí te espero.Jonella temblaba de pies a cabeza, mientras el hombre apuntaba a su cabeza, sentía perfectamente el frío del arma sobre su piel, las lagrimas salían silenciosas, no tenía a nadie que le ayudará. Ella lo sabía, en ese justo momento se dio cuenta que su vida solamente giraba en torno a ella y que sola iba a enfrentar la muerte.Nadie la iba a extrañar, Derick que estuvo a su lado durante años, la había dejado al fin cuando Ragna se fue de la casa junto a Isak, esa tarde mientras tomaba té con sus falsas amigas Jonella vio que los empleados de la casa bajaban las maletas y pertenencias de Derick a la puerta principal, en medio de la conmoción aquella situación fue la comidilla durante semanas, no le rogo, se quedó mirando fijamente al hombre que creía amar marcharse de s
—¿Están listos? —No —Ivar era el último en llegar a la mesa para tomar la fotografía, por delante de él había llegado Valeska a la que aún le temblaban las piernas—. Una copa de agua —ordenó a uno de los sirvientes y se la entregó a Valeska que la necesitaba urgentemente para bajar el color rojo de sus mejillas. —La próxima vez intenta no follarte a tu mujer en el cumpleaños de mi hijo —Isak no tenía derecho a estar molesto, pues algo muy parecido había sucedido entre él y Ragna horas antes en medio de la cava de vinos que tenían en la cocina. Pero al menos el rubio mayor intentó ser más cauteloso, pero Ivar era todo menos sútil. —La próxima vez dile a tu esposa que le regale ropa menos provocativa a la mía. Ambos soltaron una risa que hizo que el fotógrafo profesional que estaba frente a ellos carraspera para así obtener la atención de los imponentes hombres, todo estaba listo para la foto familiar. Si, era una fotografía digna de tener en un lugar muy visible y en gran tamaño,
—Shhh… no hagas ruido.—Lo siento —Ragna acababa de tomar una ducha y salía del baño con un albornoz que la cubría por completo, miraba a Isak con los ojos llenos de devoción y amor, mientras el alto rubio sostenía en brazos el pequeño rollo de cobijas en el que estaba envuelto su bebé.—¿Cómo te sientes? —Isak le preguntó sin dejar de mirar al pequeño.—Cansada, nerviosa, asustada…—¿Enamorada?—Siempre.Ragna no podía ocultar sus sentimientos, era imposible para ella no sentir como la felicidad inundaba su vida, era realmente feliz, por primera vez en su vida se sentía plena y llena, tuvo miedo en muchas ocasiones, quiso matar con sus propias manos a Isak y arruinar esa hermosa sonrisa de oro, pero fue imposible porque nunca antes había conocido a alguien tan caballeroso y centrado en sus cabales, pudo aprovecharse de ella y usarla a su antojo, pero no, contrario a todo lo que Ragna conocía en su vida Isak desde el primer momento se portó bien con ella. —¿En qué piensas?—Nada —Rag
Nada, ninguno decía absolutamente nada, las enfermeras y doctores habían salido varios minutos antes y la mirada de Valeska estaba sobre todas las cosas en esa habitación, detallo las flores, los cuadros, las sábanas, todo. Pero no podía mirar a Ivar. Ella lo sabía, lo supo desde el primer síntoma, ver ese jugo de naranja y sentir las náuseas al desayuno que se habían vuelto matutinas. —Lo sabías —Ivar se sentó frente a ella en la camilla, aquel comentario la sorprendió y se puso muy roja. —Yo… —Por eso no dices nada, no eres capaz de mirarme, porque lo sabías —Ivar sentía una fuerte opresión en su pecho, porque aunque no estaba pensando en un bebé, en un hijo, tampoco era la manera en la que quería recibir aquella noticia, se imaginaba algo más parecido a una celebración. —Era una posibilidad, no creí que llegase a ser una realidad. —¿Hace cuando lo sospechabas? —Ivar eso no… —Si importa —estaba molesto—, puedo entender que ahora yo no sea más que un juguete para ti, que
Último capítulo