—¡No lo sé, señor oficial! Juro que no sé dónde está. Si lo supiera, le diría para que me rebajen años de condena. El señor Thomas es astuto y ahorita debe estar planeando mi muerte… Yo le aconsejo que cuiden a la señora Alice. Ese hombre está loco por esa mujer aunque no lo parezca y dijo que si no era para él, no era para nadie.
—Si eres abogado ya sabes lo que pasará— el oficial se pone de pie —tomaré cartas en el asunto. Puede quedarse tranquilo, no le pasará nada— el abogado sin más sale de la habitación y piensa: —¡Ojalá también amanezcas muerto, maldito imbécil!
—¿Y bien?— pregunta Miguel, quien está estresado.
—Confesó absolutamente todo. Hay un oficial que trabaja para el señor Thomas, ya lo vamos a arrestar. Está confirmado que Thomas es el culpable. Iré a hacer mi trabajo, lo que usted puede hacer es irse a casa porque por el señor Anderson no podrás hacer gran cosa. Estamos hablando de un empresario reconocido y, para serle honesto, el director de esta cárcel es una m****a.