Ver a sus hijos, tenerlos así de cerca, causó un revuelo de sentimientos encontrados; era algo que ellos estaban esperando con tantas ansias. Alice alza su mirada para ver a Damian y puede observar cómo sus ojos brillan de felicidad al tener a uno de sus hijos en brazos. Él está literalmente emocionado y nervioso de que se le caiga, pero como asistió a todas las clases, se sabe defender.
—¡Es increíble! Es que mira, cariño, ¡se parecen a mí! —dijo mirando al bebé que tiene entre sus brazos, y luego al que Alice está amamantando.
—Soy feliz de verte feliz, mi amor —comenta Alice.
—Pídeme lo que quieras, cariño, te mereces el cielo por todos tus esfuerzos.
—De hecho… hay algo que quiero que me des, pero no es el momento —sonríe maliciosa, y Damian la mira entrecerrando un poco los ojos. Cuando ella se coloca con ese misterio es porque será algo grande.
—Lo que tú quieras, yo lo hago, mi reina. ¿Y cómo les vamos a llamar? ¿Te parece si yo le coloco el nombre a este guapo bebé y tú al otro