Risa me halló durmiendo en una cuadra desocupada con nuestros caballos. Briga se había echado primero, permitiéndome tenderme junto a ella, la cabeza apoyada en su lomo, y mi semental dormitaba entre nosotros y la entrada a la cuadra.
Desperté al escuchar que mi pequeña me llamaba donde se suponía que durmiera, en la primera cuadra junto a la puerta posterior. Sus pasos rápidos cruzaron el establo antes que pudiera terminar de abrir los ojos.
—¿Mi señor? ¿Qué haces aquí? —exclamó.
Me senté a medias y la enfrenté sonriendo.
—Los encontraste —le dije.
—¿De qué hablas? —inquirió desorientada.
—Tu yegua Briga —palmeé el costado de la yegua, que se irguió pifiando por respuesta—. Y mi semental.
—Encontré a estos caballos aquí cua