Mientras tanto, en el territorio del clan colmillo , Owen, el silencio reinaba. Solo el suave crujir de la madera bajo sus pasos resonaba, mientras él caminaba de un lado al otro, inquieto, con los puños cerrados.
Desde hacía horas sentía una presión en el pecho, como si algo invisible lo apretara por dentro. No era físico. Era... emocional. Instintivo.
Una sensación de pérdida. De furia contenida. Y debajo de todo eso... un vacío que lo hacía arder.
Se llevó una mano a la frente, intentando enfriar la tensión. Pero entonces ocurrió.
Una oleada de calor le subió desde el abdomen hasta la garganta. Fue repentina, eléctrica, y no venía de él. Era ajena… pero conocida.
Los labios de Mía.
El deseo que sentía en su piel.
Los latidos desbocados de su corazón.
Un beso.
Ella estaba besando a alguien más.
Owen se tambaleó hacia atrás, apoyándose contra la pared con una maldición ahogada.
—No… —gruñó su lobo dentro de él, rugiendo de celos, de rabia.
Una imagen fugaz atravesó su mente: el ros