Isabella retrocedió hasta sentir la espalda contra un árbol, su corazón latiendo desbocado, sabiendo que el infierno apenas comenzaba.
El aire estaba cargado con un hedor metálico a sangre y a tierra removida, mezclado con el crujir de ramas quebrándose bajo el peso de los cuerpos que se movían con rapidez sobrehumana. Los lobos aparecían desde todas direcciones, sus ojos amarillentos brillando con hambre y odio. Isabella alzó la voz, su grito desgarró el bosque.
—¡Logan!
A kilómetros de distancia, en la oficina principal de la casa de la manada Tormenta, Logan alzó la cabeza bruscamente. Su respiración se entrecortó. Sintió un tirón brutal en su interior, como si algo lo desgarrara desde dentro. Su lobo aulló en su mente.
—Mierda —gruñó, llevándose una mano al escritorio como si aquello pudiera detener el dolor que se apoderaba de su pecho—. Están atacando a Isabella.
Luca, que estaba a un costado, lo miró con el ceño fruncido.
—¿Qué dices?
Logan lo miró con los ojos encendidos, su m