Un rugido desgarrador salió de su garganta, una promesa de muerte.
Los lobos enemigos se abalanzaron al mismo tiempo, formando un muro de colmillos y garras que parecía imposible de atravesar. Logan no pensó, no midió, no dudó. Su instinto de alfa, su rabia y el vínculo que lo unía a Isabella lo impulsaron hacia adelante. Nada más importaba: ni la sangre que ya cubría su cuerpo, ni el ardor de sus heridas abiertas, ni el peso de la batalla que se libraba alrededor. Solo ella. .
Arrasó con los primeros lobos que se interpusieron. Uno cayó bajo el peso brutal de sus fauces, otro rodó varios metros tras un zarpazo que le destrozó el costado. Logan no se detuvo. Su respiración era un gruñido constante, un recordatorio de que aún estaba en pie y que cada segundo que pasaba sin alcanzar a Isabella era un segundo perdido.
A unos metros de él, Isabella yacía en el suelo, desmayada, su cabello oscuro esparcido sobre la tierra húmeda, el vestido rasgado, el pecho apenas elevándose con respiraci