Los siguientes días fueron un torbellino de actividad. Erik viajó de manada en manada, llevando el mensaje de Dante: únanse o caigan separados. Víctor representaba una amenaza para todos.
La primera en responder fue la Alfa Elena del Río. Llegó con veinte guerreros, su presencia, comandante, y su belleza innegable. Tenía cabello rojo como fuego y ojos verdes que evaluaban todo con inteligencia.
—Así que tú eres el famoso heredero exiliado —Elena dijo, estudiando a Dante. —Esperaba... más.
—Y yo esperaba más cortesía— Dante replicó. —Pero supongo que ambos tendremos que conformarnos.
Elena se rió. —Me agradas, cachorro. Tienes espinas. Las necesitarás contra Víctor.
—¿Por qué ayudarnos? — Luna preguntó con suspicacia. Había sentido interés romántico en la forma en que Elena miraba a Dante.
—Porque Víctor ha estado expandiendo su territorio, presionando mis fronteras —Elena respondió. —Prefiero acabar con él primero. Además, he oído rumores sobre tu poder primordial. Eso no se ha vi