Esa noche sentí que morí. Algo dentro de mi se quebró por completo. Aguanté alli. Sentada. Parecia un fenomeno en un circo. Todos me miraban. Muchos pasaban a mi lado hacian reverencia. Yo no era su reina y jamás lo sería.
Las horas pasaron y Daren no se acercó en ningun moemnto, todo lo contrario, luego de la ceremonia, luego de colgarme el lazo al cuello, de aceptar ser su esposa, no volví a verle. Se fue con Veer y un grupo de lobos más.
El vestido pesaba como si llevara una piedra atada al cuerpo.
Caminé por los pasillos largos de la mansión con las manos apretando la falda para poder correr si hacía falta.
Corría, sí.
Pero no huía de nadie.
Huía de lo que acababa de hacer.
Estaba hecho.
Era una mujer casada con un asesino.
Con el hombre que intentó exterminar a mi raza.
El eco de los pasos de Trish sonaba detrás de mí.
—Señora —me llamó—, espere, va muy rápido.
—No me llames así —le dije, sin mirar atrás.
Ella bajó la cabeza.
Seguimos hasta llegar al final del pasillo,