Dalila Alcalá es una mestiza esclavizada en la manada Raksha, que la ha acogido desde que era una niña tan solo para ocultar su vergüenza. Hija de una poderosa loba y de un ser humano, Dalila ha nacido sin poder alguno, sin embargo, el Alfa Cyrus, quien le ha prometido convertirla en su Luna al crecer, era su única luz de esperanza. Sin embargo, luego de descubrir que aquella promesa era tan solo un engaño cruel, y de ver que el Alfa que le hizo esa promesa, ha escogido a Antonia, su cruel verdugo de infancia, como su única Luna, Dalila ha perdido toda fe y esperanza. Rechazada y humillada, ella ha decidido morir, sin embargo, ha sido salvada por un hombre improbable: el Rey Alfa Elikai Kingsley. Kingsley le ha hecho una oferta a Dalila, una que le prometía todo aquello que realmente deseaba: venganza en contra de aquellos que la lastimaron. Dalila ha aceptado ser la Luna del Rey Alfa, sin saber cuanto cambiaria el sendero de su destino. ¿Pero, aquel pacto será así de simple?, ¿O algo más oscuro ronda? El destino del Alfa Kingsley, y una profecía del pasado, pondrán las reglas del juego. Un pacto con el Alfa Kingsley de J. I. López.
Leer másNarra Dalila:
Está noche, he decidido morir.
Miré hacia abajo, y vi como algunas personas caminaban distraídas está madrugada, sin prestar atención a lo que estoy a punto de hacer.
Las lágrimas caen y resbalan de mis mejillas. Ya no tiene ningún sentido vivir, pues ya perdí lo único que me mantenía atada a este mundo cruel que solo me ha dado miserias y dolor. Así que, ahora en lo alto de ese edificio de poco más de cuarenta pisos, sé que voy a morir al caer sin importar el hecho de que soy una mestiza, y a nadie en el mundo le va a importar que yo deje de existir, después de todo, estoy m*****a.
Abrí mis brazos, mientras siento como me tambaleó y el viento frío de esta noche me empuja hacia adelante, aún y cuando mi viejo vestido de novia me mantiene anclada en el suelo, y me impide caer al vacío, quiero morir, pero el remordimiento de una vida de sufrimiento, me golpea la mente sin piedad...quizás, esa es mi última tortura, que mis últimos pensamientos estén dirigidos a todos ellos.
Todo el dolor de una vida, se resume en este único momento en el que simplemente dejaré de existir, sin conocer una poca de felicidad real, y sin haberle importado tan siquiera un poco a ninguna persona. Yo, Dalila Alcalá, jamás he sido amada…y jamás seré amada, justamente hoy, finalmente lo he comprendido.
Aquella promesa rota…todo, todo fue una mentira, una cruel mentira. El Alfa Cyrus, tan solo ha jugado conmigo, y los recuerdos de mi tiempo siendo la criatura más fea e infeliz de este mundo, me golpean sin piedad.
Hace quince años, yo fui adoptada a la fuerza por la manada Raksha, cuando apenas tenía cinco de existir. Mi padre, completamente humano, murió y me dejó sola en el mundo. Selene, mi madre, la poderosa luna del Alfa Calixto de la manada Raksha, vino por mí una tarde de invierno después del funeral de mi padre, y me dijo que a partir de ese momento viviría en donde ella vivía, y me confeso algo que no pude creer en ese momento.
Ella era una mujer lobo, y yo, su hija, una mestiza cuya sangre era la mezcla de la de un humano común y corriente, y una loba poderosa, durante mi corta vida en ese tiempo, siempre me creí completamente humana. En ese momento, creí con la inocencia propia de mi niñez, que ya no estaría sola en el mundo…pero nunca en mi vida llena de miserias, estuve más equivocada.
Yo era, y yo soy, una vergüenza.
Desde el momento en que llegué a la manada Raksha, fui despreciada y humillada por ser una mestiza…y se me hizo saber, que la única razón por la cual fue acogida, fue para ocultar la vergüenza de la Luna Selene, quien se dejó seducir por un simple humano.
Yo tenía que pagar por el error de mi madre. No ella.
Mi madre jamás se preocupó realmente por mí, y me desprecio al igual que el resto, y tan solo vi como aquel amor que de ella anhelaba, le era dado a una huérfana de la manada, cuya sangre en sus venas, era la de un lobo puro. Antonia López, esa loba de otra manada que también fue acogida, pero que recibió el trato de la hija de Selene, y mi madre la prefirió sobre mí por la pureza de su sangre.
Fui convertida en una esclava al servicio de mi madre y de Antonia, y cada vez que cometí el mínimo error, o no cumplí con un capricho de Antonia, o simplemente para divertirla a ella y a mi madre, recibía palizas de la mano de un verdugo, cuyo látigo no tenía piedad.
Pero en ese infierno…vi la luz. El hijo del Alfa Calixto, Cyrus Licario, me ayudo a limpiar la sangre en mi espalda, y me trató como si realmente importara. El me hizo, esa promesa.
“Cuando seas mayor, te convertiré en mi luna.”
Por aquella promesa, por aquel amor que sentí hacia Cyrus, soporté cada golpe, cada insulto, y cada humillación que recibí desde que era tan solo una pequeña…y ahora, a mis veinte años, creí que finalmente seria perdonada por el error de mi madre, y me convertiría en la Luna del nuevo Alfa, tal y como me fue prometido, pues el Alfa Calixto ha muerto, y Cyrus se ha convertido en el nuevo líder de la manada Raksha.
Pero aquella tarde, aquella dolorosa tarde, todos esos sueños que una vez me dieron aliento para seguir viviendo, se desmoronaron sin piedad ante mis ojos, y me terminaron de romper el corazón que, ya tenía hecho pedazos.
—Ella será mi compañera, Antonia si es digna de ser la Luna del nuevo Alfa de esta manada. —
Escuché como el hombre al que había dedicado mi vida, me decía mientras mis lágrimas se derramaban una vez más. Aquello, por supuesto, no debería de haberme tomado por sorpresa, después de todo, mi vida desde siempre había estado plagada de dolor y de decepciones.
—¿Por qué, Alfa Cyrus?, ¿Por qué has roto la promesa que me has hecho? — le cuestioné sollozando, queriendo aferrarme a una vaga esperanza.
En ese momento, escuché la risa de Antonia, y vi como Cyrus sonreía de una manera cruel y retorcida.
—¿Realmente creíste que te tomaría a ti, Dalila, como mi Luna?, eres una asquerosa mestiza con ojos color rosado tan horrendos que me provocan el vómito. Antonia es una loba de sangre pura, y tú, solo su esclava. ¿En verdad eres tan ingenua para creer en una promesa que te hice cuando éramos niños? Esa promesa, la hice por aburrimiento, porque me pareció divertido darle esperanza a la llorona mestiza que siempre estaba sucia y con la ropa rota. —
Aquellas palabras, me destrozaron…o, mejor dicho, terminaron por destrozarme. Mi única luz, me había mentido con crueldad…tan solo por aburrimiento.
Sin deseos de seguir viviendo, y sin nada más que ese persistente sentimiento de dolor en mi pecho, decidí saltar hacia el vacío, así que cerré los ojos para no mirar cuando me estrellé en el pavimento helado. Finalmente, he saltado, y siento como mi cuerpo cae por su propio peso…en segundos, todo terminará…al fin, se terminará.
Sin embargo…no estoy cayendo. ¿Por qué no estoy cayendo?
Abrí los ojos, y vi el vacío debajo de mí, mientras mi cuerpo entero colgaba de borde de aquel edificio. Entonces la sentí, sentí como una cálida y fuerte mano sostenía la mía, y alzando mi mirada para ver quien se atrevió a impedirme morir, me encuentro con esos ojos peculiares que parecían mirarme con tristeza. Uno de ellos, es violeta como las amatistas, y el otro, dorado como el oro fundido, su cabello plateado, como la luz de la luna, y aquella piel morena parecida al color de la canela, me sorprendieron…aquel hombre, yo lo conozco, pero, ¿Qué haría el en un lugar como este?, y, ¿Por qué querría salvar a una sucia mestiza como yo?
Se muy bien, toda mi vida lo he sabido…jamás he sido digna de nada. Con lágrimas en los ojos, tan solo puedo susurrar su nombre.
—Rey Alfa…Kingsley… — musité apenas sin voz, sintiendo como aquel nudo en mi garganta, me la lastimaba como si hubiese tragado espinas.
Entonces, tan solo lloré. Lloré recordando mi miserable vida, mientras mi cuerpo seguía colgado al borde de aquel edificio.
—No te permito morir…Dalila. El Rey Alfa, te ordena vivir. —
Aquel poderoso Alfa me dijo aquello, mientras sus ojos de encanto me miraban intensamente.
En la soledad de su alcoba, Dalila observaba en el espejo aquella casi imperceptible marca entre su hombro y cuello que una vez Elikai Kingsley le había hecho cuando solo eran unos niños, no recordaba muy bien como había sido aquello, tan solo sus memorias le decían que había sido el joven moreno quien se la había provocado.Sus pensamientos nuevamente viajaban a aquel apuesto muchacho al que había amado desde el momento en que el la rescató de morir, y desde ese momento Elikai siempre estaba de alguna manera en sus pensamientos, incluso, lo veía en medio de sus pesadillas salvándola de aquel hombre de cabellos de plata, no importaba donde o con quien estuviese, Elikai siempre prevalecía en medio de su corazón y pensamientos, como una hermosa rosa que jamás se podría ni quería arrancar, sin embargo, él no le estaba diciendo todo, y la sola idea de perderlo la heria profundamente.Tomando valor, Dalila se escapaba de nuevo de los aposentos apartados de los de Elikai en donde el rey Art
Dalila sentía su cuerpo arder, nunca antes había imaginado el enorme placer que aquello podía darle...lo había imaginado, por supuesto, el momento en que su cuerpo virginal sería tomado por el hombre al que amaba...pero aquel placer era tanto que creía no poder soportar más de ello, la mirada bicolor, salvaje, cegada de amor y pasión la hacían estremecerse como nunca lo había hecho, los cabellos sedosos y plateados que hacían cosquillas a su vientre...los acariciaba deseando no apartarse de ellos nunca más...el rostro de Elikai había descendido hasta donde se hallaba su intimidad, avergonzada y sabiendo lo que estaba a punto de hacer...Dalila cubrió su rostro que estaba encendido como brasas de fuego...el lobo sonrió con gentileza.— No te avergüences vida mía...y déjame llevarte hasta donde nunca habías estado antes. — dijo con voz ronca y sensual el apuesto lobo de piel morena y cabellos plateados.Dalila gimió cuando sintió la hábil lengua de su amado sumergirse en su húmeda intimi
Artem Kingsley observaba a su hijo entrando con aquella mujer tomando su mano. Una expresión de disgusto se dibujó en su rostro, pues, sabia, aquella mujer ya tenia un destino marcado, y su hijo, tenía el propio.Por más que él lo deseara, no podía cambiar el destino de Elikai…pues vencer y perecer era la promesa que liberaría a los lobos del látigo de los vampiros para siempre.Génesis miraba a su alfa, y sabiendo bien que Artem no estaba de acuerdo con que Elikai renunciara a su cruel destino, sollozó en silencio.—Esta noche no hablaré con el…les permitiré descansar, así que puedes estar tranquila, mi amada…pero tienes que comprenderlo, no podemos hacer nada para evitar que ocurra lo que tiene que ocurrir…yo tampoco quiero perder a mi único hijo. — dijo Artem para luego salir y dejar a Génesis sola.Elikai no se sorprendió de no ser recibido por sus padres; conocía bien el deseo del poderoso Artem Kingsley, su padre tan solo quería que el cumpliese con la profecía al pie de la letr
Ojos de oro miraban con suma atención al joven lobo que acababa de aparecer a las orillas de un lago, el primer maldecido lo observaba sin perder detalle dentro de su eterna vigilancia; ese era Elikai Kingsley, aquel al que debía acabar para asegurar la supervivencia de su legado inmortal, el niño de la profecía nacido del sol y de la luna que le regalaría, supuestamente, la muerte. Era un lobo hermoso, de fino pelaje negruzco y plateado, sin duda, un hijo de su casta legendaria, aun así, debía acabarlo, pues de no hacerlo, el perecería sin la oportunidad de amar a su Dalila, su compañera, y, aun y cuando la eternidad le resultaba tan dolorosa, no quería dejar de existir, pues para el no habría la paz de la muerte que sus hijos si tendrían al perecer.En aquella bruma, Caín, el primero, pudo ver como aquel joven lobo se transformaba en un hermoso muchacho de cabellos plateados y piel morena, y sus ojos bicolores, dorado y amatista, lo miraron con desprecio, odio y aberración.—Dalila
En el silencio de la noche sin luna, los lobos guardan sus aullidos ante el temor de ser escuchados por aquellos que llegan con la niebla y gobiernan en las mas terribles penumbras, la existencia inmortal pasa lenta y pasmosa, dejando a sus hijos entre nostalgias perdidas y sentimientos de vacíos.En aquel ataúd de oro y plata, dormido entre sus mortajas y con sus cabellos tan blancos y prístinos como la nieve en las montañas, el primer inmortal vigilaba el mundo con sus ojos cerrados. Alguna vez había tenido una madre, un padre y un hermano, cuando la tierra aún era virgen y la miel nacía de entre las rocas blancas, sus pies aun humanos recorrían los muchos caminos de los vastos territorios sin explorar.Amor y sacrificios hacia el Dios que todo lo gobierna, y los celos que brotaron como la hiel desde lo más profundo de su corazón latiente…si, él había errado; él había enfurecido al Dios del cielo quien lo rechazó después de cometer el primer pecado en la tierra del exilio, y su cast
— Eso, hermano mío, es Cracovia, el pueblo que una vez aterrorizaste haciendo enojar a nuestro hermano — dijo Dragos sin dejar de mirar al joven príncipe.— Es perfecto que aun exista…pero si vuelvo a jugar demasiado Vasile me pondrá a dormir de vuelta — dijo casi con decepción Nicholas.— No te preocupes Nicholas, no dejare que vuelva a castigarte…ve, conoce el nuevo mundo del hombre, su era moderna donde ya nadie teme, donde se han olvidado de los horrores de la larga noche — dijo Dragos alentando al joven vampiro.Sin meditarlo un momento, Nicholas Sallow voló hasta el resplandor de la pacifica ciudad en Polonia, las luces, sus máquinas de acero que parecían transportarlos sin necesidad de ser jalados por caballos, las personas caminando en las penumbras iluminadas por la extraña luz artificial que salía de los que parecían ser farolas, sus extrañas ropas descubiertas que no dejaban nada a la vivida imaginación, hombres que vestían como mujeres, mujeres que vestían como hombres, re
Último capítulo