—Ilia Voss —dijo Mara—. Ese nombre no debería asustarte.
El aire se volvió denso en la sala.
Todos la miramos.
—¿La conociste? —pregunté.
—Sí. —Su voz fue baja, sin emoción—. Pero no hablaré de ella ahora.
—¿Por qué no? —insistí.
—Porque no es el momento —respondió con calma—. Cuando debas saberlo, yo misma te lo diré.
Reyk frunció el ceño.
—¿Y quién decide cuándo es el momento? ¿Tú?
—La luna —dijo ella sin pestañear—. Y el Consejo.
Esa respuesta bastó para que mi hermano bufara y se diera media vuelta.
Yo no sabía si quería gritarle o empujarla.
—¿Entonces sabes algo de mi madre? —pregunté otra vez.
Mara bajó la mirada, pensó unos segundos y contestó:
—Sé más de lo que quisiera. Pero no lo compartiré aquí. No hasta que todo esté listo.
Mi padre se levantó con dificultad de su asiento. Su respiración se escuchaba pesada.
—Mi esposa está muerta —dijo con voz firme—. No hablen más de ella. La enterramos. Yo la vi morir.
Mara lo observó sin interrumpirlo.
—A veces los muertos no est