Capítulo 10: La Leyenda Olvidada El silencio del bosque era diferente al amanecer. No era vacío. Era solemne. Como si los árboles recordaran algo que los lobos habían olvidado. Cael permanecía de pie, la mirada clavada en el horizonte donde la primera luz filtraba entre las ramas altas. —¿Sabes por qué te traje aquí? —preguntó sin girarse. Aeryn negó con la cabeza, aunque él no la miraba. —Este lugar no está marcado en los mapas. Ni siquiera muchos del consejo conocen su ubicación exacta. Aquí descansan los que murieron en la gran purga. Antiguos líderes de Sombranoche… y otros más antiguos aún. Aeryn avanzó un paso, con respeto. —¿Tiene que ver con el fuego que vi en la ceremonia? Cael la miró entonces. Su mirada era intensa, más sombría que nunca. Pero también contenía algo extraño: orgullo. —Te contaré una historia —dijo—. Una que se susurra como mito, pero que alguna vez fue verdad. Se sentó sobre una piedra cubierta de líquenes. Aeryn lo imitó, sin apartar los ojos de é
Aeryn cayó de rodillas apenas la luz se desvaneció de su piel. La transformación la había consumido, y el fuego que la rodeaba finalmente se extinguió. Su cuerpo tembló una vez antes de desplomarse, inconsciente, sobre el manto suave de hojas húmedas del bosque. Darien no dudó. Volvió a su forma humana con un gruñido doloroso, jadeando mientras sus huesos se reajustaban, y corrió hacia ella. La tomó en brazos con cuidado, como si fuera un relicario sagrado que no debía quebrarse. Su piel estaba caliente, viva, pero su rostro sereno parecía dormir más que desmayar. El mechón plateado caía sobre su pecho, brillante aún bajo los rayos del sol que se colaban entre las ramas. Darien comenzó a caminar, con ella pegada a su pecho. Cada paso crujía sobre las hojas. El bosque se sentía más grande, más viejo, más testigo. Su mandíbula estaba tensa, la mente hirviendo. *“Mi lobo… se postró ante ella.”* *“Me marcó primero. Me domina con un gesto, con una mirada.”* *“Si alguien llega a sabe
Flashback Joldar El olor a madera quemada y sangre que había esa noche que regreso a la manada aún parecía persistir en el aire, aunque habían pasado veintitrés años. Fue llamado con urgencia tras la repentina muerte de su tío Caelum, Alfa de la manada. Él había pasado los últimos 7 años en Sombravelo, entrenando con guerreros sabios, lejos de las intrigas del consejo, del frío palacio de piedra, y del peso que siempre colgaba sobre su apellido. Nunca esperó convertirse en Alfa. La noche en que recibió la noticia, estaba sentado frente a una fogata con Nerysa que tenia al pequeño Darien de un año entre sus brazos. El tenia 19 y ella 18. Ella tomó su mano, intentando mitigar el silencio que lo envolvió tras recibir la carta sellada con el emblema familiar. —Tu tío ha muerto —dijo, con la voz quebrada—. Y tu padre... no ha reclamado el título. —Lo se —Joldar frunció el ceño—. ¿Por qué no lo haría? Nadie supo darle una explicación clara. En su regreso, solo encontró frases va
El sol apenas comenzaba a colarse por los vitrales cuando Aeryn despertó, aún con el cuerpo pesado por el agotamiento de la transformación del día anterior. Sentía los músculos tensos, la piel aún sensible donde el fuego había brotado sin control. A su lado, Darien dormía, de espaldas, con la mandíbula apretada incluso en reposo.Se sentó despacio, sin querer despertarlo, y observó el mechón plateado que yacía sobre su hombro como un recordatorio silencioso. No lo cortó. No esta vez. Lo tomó entre los dedos y lo miró bajo la luz filtrada. Brillaba con una fuerza tranquila, como si respirara con ella.“Algo cambió anoche…” pensó. No solo en ella. En él también.Darien abrió los ojos de pronto, como si hubiera sentido su mirada.—¿Estás bien? —preguntó con voz ronca.—Sí. Un poco adolorida... pero bien —respondió, forzando una sonrisa.Él se incorporó, sentándose a su lado. La observó en silencio unos segundos, y luego le apartó el mechón con delicadeza.—¿Qué está pasando contigo, Aery
El trayecto hacia la fortaleza fue silencioso. Nerysa y Joldar caminaban al frente, con la postura erguida de quienes están acostumbrados a ser observados. Detrás, Aeryn y Darien avanzaban lado a lado. Él mantenía la mano rozando la suya, como si su contacto pudiera frenar cualquier impulso, cualquier estallido que volviera a encender el fuego en su interior.El aire en el camino olía a tensión contenida, a tierra húmeda por la niebla de la mañana, y al juicio no pronunciado que esperaban al cruzar los portones de Lobrenhart.La fortaleza los recibió con sus muros grises e imponentes. Desde los corredores altos, ojos los seguían. Murmullos no tan discretos se arrastraban por los patios.—Ahí vienen… —Dicen que la loba del heredero ardió como una estrella... —¿Vieron el mechón? Es real… Aeryn sentía las miradas clavándose en su piel. Darien no la soltó. Pero cuando pasaron junto al entrenamiento del círculo medio, una figura se adelantó. Elaria. Vestida con la túnica azul de las a
El eco de pasos y murmullos llenaba el Salón de Piedra, la gran cámara donde el Consejo de Lobrenhart se reunía bajo los techos abovedados y las columnas talladas con símbolos de los clanes ancestrales. La mesa circular ya estaba casi completa, y aunque no todos hablaban en voz alta, la tensión podía sentirse como una niebla densa.Aldrik, con su túnica de lino oscuro y su rostro impasible, ocupaba su lugar tradicional, justo a la izquierda del asiento reservado para el Alfa. No necesitaba alzar la voz para que sus palabras pesaran más que cualquier declaración.—No estoy aquí para sembrar alarma —dijo, con tono sosegado—. Pero tampoco podemos ignorar lo evidente. Esta loba... Aeryn... ha mostrado habilidades que van más allá de lo común. Una transformación diurna. Control sobre el fuego. Y una marcada jerarquía sobre nuestro heredero.Un murmullo recorrió la sala. Algunos miembros intercambiaron miradas, otros simplemente cruzaron los brazos. El Beta de Sombranoche, Cael, mantenía la
Desde la torre norte de la fortaleza, Aldrik observaba la ciudad bajo el sol matutino. Sus manos enlazadas tras la espalda, la túnica perfectamente planchada, y los ojos entrecerrados como cuchillas a punto de caer sobre una presa.No le gustaba lo que veía. O más bien, lo que no podía controlar.Joldar había decidido partir a Monteluz. No me gusta ese interes de ver a Thandor. Y lo peor de todo: Nerysa y el, habían comenzado a husmear en los archivos de la vieja biblioteca. Viejas historias, viejas mentiras disfrazadas de leyenda…—Están escarbando donde no deben —murmuró para sí, girando hacia el salón donde aguardaba su aprendiz, Elaria.Ella tomaba notas sin levantar la vista, pero él sabía que cada palabra quedaba grabada en su memoria como hierro al rojo vivo.—Thandor —pronunció con desprecio—. Viejo maldito. Debería haber muerto con los suyos cuando se desmoronaron los clanes.Él había sido quien sugirió a Roiner, aquel asesino silencioso para acabar con la descendencia de los
El gran patio central de Lobrenhart había recuperado su calma habitual, pero algo en el aire se sentía distinto. Darien lo percibía en el silencio de los soldados, en las miradas de los ancianos, en los suspiros prolongados de las cocineras. Joldar se había marchado hacía solo dos días, pero el eco de su ausencia retumbaba como un tambor lejano en el pecho del heredero.En la terraza del ala norte, con vista a los campos de entrenamiento, Darien se mantenía de pie con los brazos cruzados. El viento jugaba con su capa y con los mechones sueltos de su cabello oscuro. A su lado, Aeryn lo observaba en silencio. Había intentado aliviar la tensión con palabras suaves, con caricias discretas, con insinuaciones de deseo... pero él se mostraba distante.—No puedo protegerte si pierdo el control de ellos —dijo al fin, sin mirarla—. La manada no respeta al lobo que duda. Y hoy, todos me miran buscando grietas.Aeryn dio un paso al frente, colocándose frente a él.—Eres más fuerte de lo que crees