Darien se despertó antes que el sol. Su pecho subía y bajaba con lentitud contenida, pero su mente ya era un torbellino de deseo, ansiedad… y estrategia. Aferraba el frasco oculto bajo su túnica como si de él dependiera no solo el futuro de la manada, sino el suyo propio.
Ella brilla más cada día… y yo la estoy perdiendo. No a otra persona. A su fuego. A su linaje. A algo que yo no puedo controlar.
La idea lo carcomía desde lo más profundo. Verla imponerse con tanta naturalidad, incluso ante los más veteranos, era como ver su lugar derrumbarse poco a poco bajo sus pies. No la odio, se repetía con desesperación. La amo... la amo más que a mí mismo. Pero con cada gesto de liderazgo inconsciente, con cada mirada que antes era para él y ahora buscaba a Aeryn, sentía que su sombra crecía… y que él se desvanecía dentro de ella.
Necesito traerla de vuelta. Necesito atarla a algo más profundo. A algo mío.
Cuando Aeryn despertó, aún adormilada por el sueño, él ya tenía todo preparado. Pan