El salón del consejo estaba impregnado de una tensión palpable, como si cada palabra que se dijera pudiera desatar una tormenta. Aldrik, sentado en su asiento elevado, observaba en silencio a los miembros del consejo. Algunos mantenían la mirada firme, otros intercambiaban susurrantes miradas de duda, pero todos estaban pendientes del mismo asunto: el futuro de la manada, y con ello, el nombramiento de Aeryn como Luna de Lobrenhart.
Aldrik sabía que el vínculo destinado entre Darien y Aeryn no era solo un asunto de amor. Había algo más profundo y peligroso en ese vínculo, algo que aún no comprendían completamente. Y lo más grave: Aeryn pertenecía al linaje Ignarossa, el mismo que él había intentado extinguir hace más de dos décadas. Su existencia representaba no solo una amenaza política, sino también una verdad enterrada que no debía salir a la luz .
Sabía que no podía romper el vínculo directamente. Solo uno de los dos podía repudiarlo, y hasta ahora, Aeryn había resistido cada prov