Aeryn despertó con el cuerpo enredado entre las sábanas de lino oscuro, sola. Un leve dolor delicioso se expandía desde sus caderas hasta los muslos, recordándole de forma vívida la manera en que Darien la había reclamado la noche anterior. Su piel aún parecía arder con el eco de sus caricias, sus manos firmes sujetándola mientras la llevaba al borde una y otra vez. Había algo salvaje en cómo la besó en la última embestida, murmurando su nombre como una plegaria y llenándola con su esencia cálida y profunda.Cerró los ojos un segundo más, y un flash de la noche la estremeció: Darien jadeando contra su cuello, sus colmillos rozando la curva de su clavícula, justo antes de penetrarla con fuerza y un gruñido posesivo.—Eres mía… Luna mía —le había dicho, y ella, rendida, solo pudo aferrarse a su espalda mientras el placer la desbordaba.Al incorporarse, el frescor del amanecer le acarició la piel. Notó una hoja de papel sobre la mesa del desayuno. La tomó entre sus dedos aún tibios:“Me
La ceremonia comenzó con el acto de ascensión del nuevo Alfa. A medida que los ultimos rayos del sol bañaban la explanada sagrada de Lobrenhart, los ancianos formaron un círculo cerrado alrededor de Darien. Portaban cálices con agua de luna y polvo de ceniza ancestral, símbolos de purificación y renacimiento.Uno a uno, los consejeros pronunciaron los nombres de los antiguos Alfas que habían liderado la manada antes que él, y colocaron sobre sus hombros la capa de mando, tejida con hilos de luna y cuero de lobo negro. Luego, el anciano Lhoran, el más antiguo entre ellos, tomó la corona de obsidiana forjada por los fuegos del monte Varekh y la colocó sobre la frente de Darien.—Hoy, ante la Luna y el legado de nuestros ancestros, proclamamos a Darien Lobrenhart, hijo de Joldar, como Alfa legítimo de Lobrenhart —declaró con voz firme.Los tambores retumbaron con fuerza. Un aullido se elevó entre la manada, una señal de reconocimiento, de aceptación.Darien se arrodilló brevemente, cerra
La noche había caído sobre la manada de Lobrenhart. Los festejos por la ascensión de Darien a Alfa habían llegado a su fin, y la manada se retiraba poco a poco, dejando atrás el eco de la música y los cantos. El aire se había enfriado, pero la pasión del día aún ardía en el ambiente.Darien caminaba a paso firme hacia sus aposentos, con Aeryn a su lado. Aunque había estado junto a él todo el tiempo, Aeryn no podía evitar sentirse extraña. Los rituales, las condiciones, el collar que aún la ataba... todo eso la consumía. Pero, al estar con Darien, algo en su interior le decía que podía liberarse, aunque fuera por un momento.Cuando llegaron a la puerta de sus aposentos del Alfa y la Luna, Darien la miró a los ojos con una intensidad que solo él podía transmitir.—Es hora de quitarte esto —dijo, señalando el collar de Nareth que aún rodeaba su cuello. La suavidad de su voz contrastaba con la fuerza de su mirada.Aeryn no dijo nada, solo asintió, sintiendo una ola de alivio al pensar que
El sol comenzaba a filtrarse suavemente a través de las cortinas, bañando la habitación con una luz dorada que parecía prometer un nuevo comienzo. Darien despertó lentamente, su cuerpo pesado, pero reconociendo que el aire a su alrededor estaba impregnado de una calma que hacía tiempo no sentía. El primer día como Alfa y Luna. Aún no podía creer que todo lo que había sucedido los últimos días los hubiera llevado a este momento, y mucho menos que, a pesar de todo el caos, había encontrado a alguien que compartía su destino. Aeryn. A su lado, Aeryn descansaba tranquila, su respiración calmada y profunda, como si estuviera en paz por fin. El cabello rojo de Aeryn caía sobre la almohada, esparcido como una brillante corona. La suavidad de su piel, su presencia, todo parecía invadirlo con un tipo de poder que no solo se asociaba con lo físico, sino con algo más. Algo más profundo.Darien la observó en silencio, sintiendo la calidez de su cuerpo junto al suyo. Había sido un encuentro salva
Luego de una mañana tranquila, en la que ambos se tomaron un desayuno juntos, disfrutando de la calma que les proporcionaba el inicio de su jornada, Darien y Aeryn se prepararon para enfrentar la realidad que los esperaba. El día estaba por comenzar oficialmente, y con él, su primer consejo juntos como Alfa y Luna. Aeryn se ajustó el vestido sencillo pero elegante que había elegido para la ocasión. La tela de su vestido, de un tono plateado que reflejaba la luz del día, caía suavemente sobre su cuerpo, resaltando su figura con gracia, pero de manera discreta. Su cabello estaba recogido en un elegante peinado que no restaba protagonismo a la intensidad de sus ojos, que reflejaban una calma tensa, sabedora de lo que estaba por suceder. El collar de Nareth, que es simbolo de una prisión para ella, seguía siendo un recordatorio silencioso de la situación que aún debían manejar. Lo tenía la carga
Aeryn continuó su camino, acompañada de su séquito. El sendero hacia la casa de Cael era tranquilo, pero la gente que encontraba a su paso seguía mostrándole respeto con pequeñas inclinaciones o palabras de alabanza. Algunos, incluso, huían al verla pasar, pero Aeryn no se detuvo. Con cada paso, su orgullo crecía más. Sabía que aún quedaba mucho por hacer, pero por fin se sentía en control, en camino a cumplir con lo que la manada esperaba de ella. Al llegar a la casa de Cael, fue recibida con una sonrisa cálida, y su amigo estaba junto a la entrada, sosteniendo a su pequeño cachorro, que descansaba tranquilamente en sus brazos. —Luna —saludó Cael con respeto, inclinando levemente la cabeza. —Cael —respondió Aeryn, sonriendo—. He traído un pequeño obsequio para tu hijo. Aeryn le entregó la caja de madera cuidadosamente envuelta. Cael la tomó con asombro, y sus ojos se iluminaron al ver el regalo. En su interior, la piedra verde que brillaba con destellos plateados reflejaba la
La noche había caído tranquila sobre la fortaleza de Lobrenhart. El suave murmullo del viento fuera de los aposentos se mezclaba con el crujir de las maderas del techo, creando una atmósfera cálida y pacífica. Darien se encontraba recostado junto a Aeryn , aunque el silencio en la habitación estaba cargado de pensamientos que no podían evitar pensar. Aeryn, con una sonrisa serena en el rostro, descansaba en sus brazos. Su cuerpo estaba relajado, el vientre ligeramente elevado por el suave movimiento de su respiración. En su rostro aún brillaba la expresión de satisfacción de una conversación reciente, cuando había hablado con entusiasmo sobre el nacimiento del bebé de Cael. El brillo en sus ojos, su calidez al hablar del bebé, había dejado una marca en Darien. Mientras acariciaba su vientre, Darien se quedó mirando su rostro con una ligera sonrisa en los labios. Pensó en cómo había hablado sobre la idea de ser madre, su entusiasmo natural, tan sincero, tan lleno de vida. Aeryn hab
Aeryn se encontraba sumida en un sueño profundo, guiada por voces ancestrales que resonaban en lo más profundo de su ser. "Ve a buscarlo... El linaje te espera..." Las palabras flotaban a su alrededor, como una corriente que la arrastraba, empujándola hacia un destino desconocido. En la oscuridad, la imagen de una caja apareció ante ella, más clara que nunca. El linaje la llamaba. Se levantó sin pensar, su cuerpo movido por una fuerza ajena a su voluntad. La voz que la guiaba era profunda, oscura, como la de la Loba Roja, un eco del pasado perdido en su linaje. "El fuego lunar te reclama." Cada paso la llevaba más allá de los límites de la fortaleza, hacia el bosque, hacia lo desconocido. "Aeryn..." Una voz quebrada la llamaba, pero no podía escucharla. El llamado era más fuerte. "El linaje te reclama, ve al bosque. Las tierras oscuras" El fuego lunar ardiendo en su alma la empujaba sin descanso. Mientras tanto, Darien despertó abruptamente, su vínculo con Aeryn alterado. Algo n