El gran patio central de Lobrenhart había recuperado su calma habitual, pero algo en el aire se sentía distinto. Darien lo percibía en el silencio de los soldados, en las miradas de los ancianos, en los suspiros prolongados de las cocineras. Joldar se había marchado hacía solo dos días, pero el eco de su ausencia retumbaba como un tambor lejano en el pecho del heredero.En la terraza del ala norte, con vista a los campos de entrenamiento, Darien se mantenía de pie con los brazos cruzados. El viento jugaba con su capa y con los mechones sueltos de su cabello oscuro. A su lado, Aeryn lo observaba en silencio. Había intentado aliviar la tensión con palabras suaves, con caricias discretas, con insinuaciones de deseo... pero él se mostraba distante.—No puedo protegerte si pierdo el control de ellos —dijo al fin, sin mirarla—. La manada no respeta al lobo que duda. Y hoy, todos me miran buscando grietas.Aeryn dio un paso al frente, colocándose frente a él.—Eres más fuerte de lo que crees
El aire entre Aeryn y Darien seguía cargado, espeso con silencios incómodos y miradas que se desviaban antes de encontrarse. No dijeron nada cuando se acostaron en la cama esa noche. Aeryn intentó dormir, pero las palabras frías de Darien resonaban una y otra vez en su mente, como ecos que arañaban la confianza que habían construido.A la mañana siguiente, durante el desayuno, la tensión era palpable. Sentados frente a frente, evitaban mirarse directamente. El murmullo habitual de la fortaleza parecía haberse apagado, aumentando el peso de su incomodidad.—¿Piensas seguir ignorándome todo el día? —preguntó finalmente Darien, cortando la carne con más fuerza de la necesaria.Aeryn alzó la mirada con una mezcla de sorpresa y enojo.—Pensé que eso era lo que querías. Que no te molestara con cosas que "no entiendo".Darien dejó el cuchillo con un golpe seco, exasperado.—Ese anillo es parte de mi historia familiar, Aeryn. No es algo que puedas usar a la ligera.—Y yo soy parte de tu vida
Desde la tribuna del campo de entrenamiento, Aeryn observaba con atención cada movimiento. Guerreros jóvenes y veteranos se mezclaban en combates de práctica, demostrando destreza y fuerza. Aeryn sintió una mezcla de admiración y ansiedad. A su lado, Marrek explicaba algunas técnicas con voz grave y pausada, su mirada clavada en ella más tiempo del estrictamente necesario.—Tienes una postura perfecta para el combate —comentó Marrek, acercándose un poco más—. ¿Has considerado entrenar con nosotros regularmente?Aeryn intentó mantener distancia emocional, pero algo en la forma de hablar del guerrero generaba inquietud. Marrek era alto, con músculos claramente definidos bajo su túnica ajustada. Su mirada era profunda y oscura, siempre analizando.—Quizá algún día —respondió con cortesía, sin comprometerse demasiado.Desde lejos, Darien observaba con creciente irritación, incapaz de apartar los ojos de la cercanía entre Aeryn y Marrek. Sus dedos se cerraron en puños, pero reprimió la nec
El amanecer arropaba la fortaleza de Lobrenhart con un gris helado, como si el cielo supiera que algo estaba mal. Nerysa observaba desde el balcón alto del Santuario de la Luna, envuelta en un manto espeso que no lograba calentar el frío que sentía en el pecho. Sus dedos temblaban, no de frío, sino de incertidumbre. Hacía días que Darien evitaba cruzar palabra con ella. No había permitido que nadie viera a Aeryn, ni siquiera a ella. Y eso decía mucho más que cualquier declaración formal.Aldrik había ganado terreno en el consejo. Su voz resonaba más fuerte que nunca, envolviendo a los viejos con susurros de miedo y precaución. Cada palabra suya era como veneno destilado, lentamente filtrado en las decisiones de la manada.—Están cerrando el círculo… y Darien está demasiado herido para notarlo —murmuró Nerysa en voz baja.Cael había acudido a ella la noche anterior, su rostro endurecido por el golpe de Darien, pero su corazón firme en su lealtad. Había implorado su ayuda para proteger
La niebla se espesaba al borde de las Tierras Oscuras. El aire olía a ceniza, humedad y abandono. Joldar desmontó de su caballo y alzó la vista hacia el horizonte, donde se levantaban los bosques marchitos y los riscos rotos de una tierra sin ley. A su lado, Sareth —su guardia más joven y leal— hacía lo mismo, con los ojos muy abiertos, pero sin mostrar miedo.—Nadie domina aquí, mi señor —dijo el muchacho con voz baja—. No hay jerarquía, ni clanes… solo sombras.—Exacto —respondió Joldar, con una sombra de tensión en la mandíbula—. Por eso hemos venido solo tú y yo.Había dado órdenes precisas antes de partir: todos debían permanecer en el campamento que estaba a un día de distancia. Las Tierras Oscuras no eran lugar para una visita abierta diplomatica, y un grupo grande habría levantado sospechas o provocado hostilidad. No querían atención. Solo si no regresaban en dos días, permitiría que fueran tras ellos. No antes. La discreción era esencial.Las Tierras Oscuras no pertenecían a
El silencio era más pesado que las paredes de piedra. Aeryn había dejado de contar los días. O las lunas. O las veces que se había despertado empapada en sudor, con el corazón desbocado y el pecho ardiendo de rabia. La Torre Sombría era cómoda —si se podía llamar así a una prisión con sábanas limpias, comida caliente y una vista privilegiada de toda la fortaleza—, pero seguía siendo una jaula. Una jaula con barrotes invisibles y un nombre bordado en cada uno: Consejo. Tradición. Miedo. Nadie la había visitado. Nadie se atrevía. Solo dejaban su comida en una bandeja sobre la mesa, como si fuera una bestia a la que había que alimentar a distancia. La bandeja se retiraba sin una palabra. Sabía que la pelea fue una trampa. Que cada paso que la condujo a este encierro fue orquestado con precisión. Lo había visto en los ojos del consejo. Lo había sentido en el aire denso antes del juicio. Y aún más claro… lo había intuido en el momento exacto en que Darien bajó la mirada. El vínculo es
El calabozo bajo el bastión principal olía a hierro oxidado, sudor y tierra húmeda. Las antorchas crepitaban con pereza mientras Nerysa y Cael descendían las escaleras de piedra. El silencio se espesaba a su alrededor, como si la fortaleza supiera que algo oscuro estaba en juego.Frente a ellos, alineados y esposados, estaban Marrek y los guerreros implicados en el ataque a Aeryn. Ninguno bajó la mirada. Marrek, en particular, mantenía la cabeza en alto, el mentón tenso y los labios sellados con arrogancia apenas contenida.—Queremos respuestas —dijo Cael sin rodeos—. ¿Quién les ordenó atacar a Aeryn?—Fue una pelea —respondió uno de los guerreros—. Ella provocó la situación con su poder. Nosotros solo respondimos.—¿Con todos a la vez? —intervino Nerysa, con tono firme, cruzando los brazos—. ¿Y justo cuando estaba aislada, frente a otros guerreros que presenciaron la escena? Lo que ustedes hicieron… no tiene nada de una pelea de entrenamiento, y lo saben.—Nadie respondió.Cael camin
La noche envolvía la Torre Sombría en un silencio pesado, interrumpido apenas por el rumor lejano del viento entre los árboles y el crujir ocasional de las piedras viejas. La fortaleza dormía, pero Darien no. No podía.Cada paso que daba por los pasillos vacíos lo acercaba a ella. A su loba. A su perdición y su redención. Su corazón latía con fuerza, no solo por la carrera que acababa de realizar, sino por la carga que llevaba en el pecho desde que la encerró.Cuando llegó frente a la pesada puerta custodiada por dos guerreros, les sostuvo la mirada con firmeza. Ellos dudaron un instante, pero no se atrevieron a detenerlo. Uno de ellos bajó la vista y le entregó la llave.Darien entró.La habitación estaba en penumbra, iluminada solo por la luz de la luna que se colaba por la ventana alta. Aeryn estaba de pie, junto a la pared, como si hubiera sentido su llegada desde antes.No dijo nada al principio. Solo lo observó.Él se detuvo a pocos pasos de ella. Tragó saliva. El vínculo vibrab