Darién caminaba por los pasillos de la fortaleza con un peso menos del juicio recién terminado colgando de sus hombros, se sentia liberado pero tambien preocupado y si la noticia llega Aeryn antes de saber que todo fue un plan un engaño… de repente el ardor le atravesó el pecho como una lanza. Se detuvo en seco. Su respiración se agitó.
—Aeryn…
El vínculo vibró con un eco que reconocía bien: era dolor. El mismo dolor que había sentido el día que perdieron a su cachorro. Pero esta vez… se mezclaba con angustia. Y con ira. Ella estaba sufriendo. Otra vez.
Darién no lo pensó. Se volvió con los ojos desorbitados hacia la sala del consejo, como si pudiera ver más allá de los muros, de la arrogancia, de las intrigas… y encontró la única verdad que importaba: Aeryn lo necesitaba.
Giró sobre sus talones y corrió.
—¡Ensíllenme a Azrael, ahora! —rugió al llegar a los establos.
Mientras un joven mozo obedecía, Darién rasgó un trozo de pergamino y escribió con rapidez unas líneas. La tinta t