Capítulo 7. El hijo del lobo.
El día amaneció caluroso, como si el cielo hubiera olvidado llover. Emilia tenía los ojos rojos de no dormir, pero su mente seguía encendida. En la pantalla de su computador, los datos del fondo suizo comenzaban a tomar forma: transferencias millonarias a nombres ficticios, vínculos con ONG falsas, cuentas trianguladas en Islas Caimán. Todo firmado por una figura repetida una y otra vez: E.C.
Esteban Castaño.
El mismo que, durante años, le había pasado servilmente las copas a Mauro en las fiestas familiares. El mismo que ahora sonreía desde la punta de la mesa como si nada. El mismo que probablemente sabía que Mauro moriría antes de poder traicionarlo.
Pero no fue el fondo lo que rompió el día.
Fue una llamada.
Emilia la recibió a las once y catorce. Un número desconocido. Voz masculina. Fría. Sin presentación.
—Tu hijo no está en el colegio.
—¿Qué?
—Te creíste muy lista. Él paga. Tú decides cuánto.
Y colgó.
Emilia se quedó con el teléfono pegado al oído, sin escuchar nada más que su