Capítulo 103. El despertar
I. Bogotá – El regreso de la conciencia
La madrugada en Bogotá era húmeda, con el murmullo constante de la lluvia golpeando los cristales del hospital. En la habitación donde Julián llevaba semanas en coma, el ambiente estaba impregnado de un olor a medicamentos y desinfectante, una mezcla que se había convertido en paisaje para Emilia, quien no se movía del lado de su hijo.
Julián había resistido el atentado, pero su cuerpo había quedado atrapado en una batalla silenciosa. Cada día, los médicos repetían el mismo diagnóstico: estable, pero sin cambios. Emilia aprendió a leer entre líneas: ni mejora ni empeora, solo aguanta.
Esa noche, mientras el reloj marcaba las tres de la mañana, algo cambió. El monitor emitió un pitido distinto, más rápido. Emilia se incorporó de golpe, el corazón desbocado. Julián movió los dedos de la mano derecha, apenas un temblor, pero suficiente para que ella apretara su mano con desesperación.
—Julián… hijo… ¿me escuchas? —susurró, con lágrimas acumulándose