Epílogo. Susurros desde el futuro.
I. Medellín – El jardín de la memoria
El tiempo había pasado. La finca de Medellín, escenario de tantos desvelos y tormentas, había cambiado de piel. Los corredores ya no eran lugares de pasos ansiosos, sino de conversaciones tranquilas. El jardín, alguna vez territorio de conspiraciones nocturnas, ahora florecía con jazmines y bugambilias.
Allí, bajo la sombra de un árbol de mango, Iris solía sentarse con un cuaderno distinto al que un día dejó atrás en una bodega. Esta vez, sus páginas estaban llenas de dibujos, frases y fragmentos de recuerdos que no quería perder. Había aprendido que escribir no era solo un escape: era también una forma de sostener su vida contra el olvido.
Alejandro y Valentina la observaban desde la distancia. La joven reía a veces, otras se quedaba en silencio, pero ya no con la mirada perdida de quien teme desaparecer, sino con la calma de quien se está reconstruyendo.
—Ha crecido demasiado rápido —murmuró Valentina, apoyando la cabeza en el hombro de Alejandr