Capítulo 101. Los fantasmas del poder.
Bogotá, una noche sin lluvia, parecía más silenciosa que de costumbre. El bullicio habitual de las avenidas se había atenuado como si la ciudad supiera que algo nuevo se estaba gestando en la penumbra. En la mansión de Eloísa Restrepo, el eco de su libertad resonaba todavía. Ya no había guardianes vigilando cada movimiento, ni brazaletes electrónicos en su tobillo. Solo quedaba el recuerdo de la casa por cárcel que, en su mente, había sido más un retiro estratégico que un castigo.
Eloísa caminaba descalza por los corredores de mármol, copa en mano, observando las paredes cubiertas de retratos familiares y de objetos heredados. Todo en la casa era símbolo de un linaje que, aunque manchado por escándalos y traiciones, seguía vivo en ella. Se detuvo frente a un espejo, se miró largamente y murmuró:
—Nunca desaparecí. Solo estaba esperando.
Dos días después, la misma sala donde había recibido antes a Mirna Valenzuela, Carolina Manrique y Beatriz Acuña volvió a llenarse. Esta vez, Eloísa l