Capítulo 56. El rey caído.
El amanecer llegó con un cielo de plomo y el eco de una guerra silenciosa. Emilia no había dormido. Los papeles del archivo de Eduardo Castaño estaban esparcidos sobre la mesa del estudio, junto a los USBs con sellos rojos. Cada documento parecía gritarle en silencio: esto es un arma, pero también una condena.
Iván dormía en el sofá, apenas cubierto por una manta, con el cabello revuelto y el torso desnudo. La noche anterior había sido un torbellino: pasión, confesiones, promesas que no se decían pero que se sentían en cada roce de piel. Pero ahora, con la luz del día, el mundo volvía a exigir cuentas.
Emilia tocó el sobre principal, marcado con el nombre de Serrano. Dentro, había registros financieros, audios y fotos que lo vinculaban directamente con operaciones de lavado de dinero y pactos con narcotraficantes. Era más que suficiente para destruirlo.
—¿Estás pensando en publicarlo todo hoy? —preguntó Iván con voz ronca, incorporándose lentamente.
Ella asintió.
—Si Serrano sigue lib