Aceptó mi oferta, dijo que tendría a mi hijo, pero no fue un triunfo. Fue un sacrificio, y lo sé. Financiar el trasplante de su madre la ató a mí, un lazo que no quería forzar, pero que usé porque soy Leonardo Valdés, y tomo lo que quiero. Siempre lo he hecho. Pero con ella, todo se siente diferente, más pesado, más peligroso.
Se siente como si fuese un premio a medias. Y al pensarlo así, me molesta más tratarla como un premio.
Camila es algo valioso. Y quizás yo no sé cómo tratar las cosas que valen la pena.
¿Es normal querer intentarlo de todos modos? Supongo que en estos últimos días no estoy en mis cabales. Y aceptarla como la madre de mis hijos podría ser uno de los mayores problemas que me busque.
Podría tomar a una desconocida, ahorrarme disgustos y esas cosas.
Pero, ¿qué pasa si quiero que mis hijos tengan sus ojos? ¿Qué sucede si quiero que mis hijos tengan su cabellos? ¿Y si necesito llamar hijos a esas pequeñas criaturas que conserven su mirada? No existe otra manera má