Habían pasado solo horas desde que Richard la trajo, pero cada minuto se sentía como una eternidad de furia contenida. Me paseaba por el despacho, los puños apretados a los lados, la mente un torbellino de rabia y cálculo.
¿Cómo se atrevía? ¿Después de todo a ir detrás de un abogado de pacotilla para deshacerlo? La moción era un insulto: coacción emocional por el duelo de su madre, concepción natural, estrés del embarazo. Mentiras envueltas en legalismos. El contrato era blindado, pero ella lo atacaba como si yo fuera el villano. Yo, que la salvé de la pobreza, que le di un futuro.
El teléfono vibró en el escritorio, sacándome del bucle. Era mi investigador privado, el hombre discreto que manejaba mis "asuntos sensibles". Contesté, mi voz saliendo como un gruñido.
—Habla.
—Señor Valdés, la encontré —dijo, directo al grano—. NH Collection Madrid Gran Vía, habitación 512. Llegó hace nada con una bolsa pequeña. Pagué al recepcionista por una llave maestra duplicada. Está sola. La llave