No se equivocaba en muchas cosas, Caín habría sido quien me defendió en mi antiguo trabajo cuando tuve aquel accidente.
Pero, de alguna monera, ambos iban muchos pasos adelante de mí, desde el primer día que comencé a trabajar en la cafetería de Nina, comencé a recibir flores desde Seth, con aquellas tenebrosas tarjetas donde decía que sería suya, y de algún modo, Caín desde aquel día tenía mi número de teléfono, mandándome mensajes “lindos”. Sabía que los hermanos Alaister querían algo de mí, pero, ¡Vamos! ¿Qué podrían obtener de una chica de casi veinte? Que ellos no tuvieran. —Estamos a solas… Así podemos hablar, ¿No?—, pregunté moviendo de arriba abajo mi pierna—, ¿A dónde conduces? —De haberte querido hacer algo malo Blair, lo habría hecho anoche que tenías aquella droga en tu sistema—, mencionó con desaires—. Lo que me interesa es que no muestras cualquier tipo de miedo referente a nosotros. No de la manera en que los demás lo hacen. Aquellas personas que solían acceder con tal facilidad a cada una de las cosas que ellos les pedían, eso lo sabía. —No les temo—, mentí. Condujo en silencio por un par de minutos y yo no paraba de pensar en tantas cosas, por ejemplo en el hecho de que Resee y Nina no sabrían nada de mí desde hace… Anoche. Se estacionó fuera de un restaurante y bajo, tiré de mi cabeza hacia atrás con desespero, no lo entendía, por mucho que estaba intentando alejarme de los hermanos Alaister, parecía ser que me acercaba más a ellos. —Baja—, ordenó frío abriendo la puerta. Quizá podría escucharlo y salir corriendo apenas todo esto terminará, comenzaba a creer que si era aquella presa que tanto habrían estado mencionado mis amigos y la dueña del lugar donde trabajaba. Mientras me adentraba a aquel restaurante lujoso, me sentí pequeñita, ni siquiera me habría duchado, me veía del asco. —Seth yo no…—, guardé silencio ante su mirada. El hecho de saber con quienes estaba interactuando hacía que mis miedos florecieran, pensando también en aquella vida, mi familia. Recuerdo que todo lo que pasó en esa casa se sentía como un dolor en el pecho, mamá solía defenderme en ocasiones, “Odio que me mires con esos ojos” solía decir. Yo creía que mi mirar le despertaba un sentir humano. Le daba humanidad. Nos sentamos en una terraza, bastante alta y el lugar era bellísimo, jamás habría visto un lugar tan hermoso, a decir verdad. Y con dos copas de vino frente a nosotros, aquel hablar del demonio, se hizo presente de nuevo. —¿Caín te ha buscado?—, indagó bebiendo de su copa, mire hacia el cielo. Mamá solía decirme que los demonios estaban en las ciudades, no en el infierno como todos solían creer, “Yo me equivoqué en amar a la persona incorrecta, a veces nos enamoramos del peligro, Blair”. —¿Por qué hay tanto interés en mí?—, pregunté—, Si, me ha buscado. Al igual que tú, tienen información mía, que sabrá dios de dónde han sacado. —Blair, ¿Que conoces de nosotros? Los hermanos Alaister… Se dice que su madre dio a luz a dos niños, diez minutos de diferencia, esa noche, un seis de Junio, dos demonios, con nombres que le hacen honor a la persona, se dice que desde hace años tienen gobernada a la ciudad, cada rincón, en diferentes aspectos, “territorios” son líderes de mafias diferentes. Ambos se tienen un odio demasiado pronunciado a decir verdad, desde que eran niños, uno de ellos le arrebató lo que más quería al otro, dejando apagada el alma de uno de ellos, la guerra duró años dentro de la ciudad hasta que un día simplemente paró, sin embargo se dice, que un día llegará a suceder, la guerra finalizará con sangre derramada, y la victoria, dado que esperan conseguir aquella cereza del pastel, las empresas Alaister. —No se… Qué son mellizos—, murmuré mirando mis manos—. Y peligrosos. —Bien—, dejo aquella copa de vino en la mesa, yo jugué con la mía—. ¿Sabes también las reglas que se siguen bajo nuestro nombre? ¿no? Lo hacía, por ello aquel mesero en el bar me miraba incrédulo. 1. No los mires a los ojos. 2. No hables sin que ellos te lo pidan. 3. No te atrevas a tocarlos. —Para nada—, mentí de nuevo. Por alguna razón las mentiras salían de mis labios antes de procesar cualquier cosa, cuando llegué aquí, ambos ya tenían la ciudad en sus manos, claro que sabía las reglas al derecho y al revés. —Bien… Hablar contigo, sin poner las cartas sobre la mesa es inútil—, mencionó con descaro deslizando una carpeta por la mesa—. Te lo dije ya, ser mentirosa se ha vuelto tu mayor cualidad. —No me conoces. —En eso te equivocas, te conozco a la perfección. Mire aquella carpeta que se encontraba sobre la mesa, con lentitud la tomé, notando aquel contrato, ¿De matrimonio…? —No soy ese tipo de chicas—, me levanté—. ¿Qué estás tratando de insinuarme Seth? —Uno, baja la maldita voz—, me dijo fríamente—. Dos, termina de escuchar. Mire en mi entorno, poco a poco sentía que esto perdería el control de todo. —Escapaste con solo quince años de edad, con un hombre que tenía una década más que tú, lo dejaste todo, por miedo, ¿No es así?—, se inclinó hacia adelante—. De todo el infierno que estabas pasando en tu casa, de todo el infierno que tu padre te estaba haciendo pasar. Sentí como mi pecho se oprimía, sentía el miedo dentro de mi cuerpo. —Eras la siguiente—, siguió a lo que aparte la mirada—. Sabías en las cosas en las que se encontraba tu padre, la menor de todos, ¿No es así? —No hables de mi familia—, siseé—, Para ya. —Y aquella noche, fue lo que lo cambió todo—, siguió—. Fue aquella noche la que te dio la valentía de huir. —¡En hora buena! ¿no has pensado en ser detective?—, ladré—. ¿Qué con ello? —siempre creíste en que tu madre un día te salvaría… y lo llego a hacer en algunas ocasiones, ¿No es así?—. Pregunto a lo que le miré—. De todo el infierno que pasabas en esa casa, tu madre te refugiaba. “No me mires con esos ojos” Sabía que ella no podía hacer mucho, estaba aterrada, claro que era desesperante el tener que saber, que sus hijas pedían clemencia, cuando ella también la deseaba. —¿Harías lo mismo por tu madre?—, preguntó. —Deja de hablar de mi madre—, me levanté de nuevo, dejando de escuchar al cien por ciento—, Y de mi familia, tú no sabes nada. —Aquí la cosa, Blair. Es que tu padre te está buscando—, se levantó también, acercándose a mí—, y sé perfectamente cómo lo sabes tú, que a pesar de que estés fingiendo ser esto, tu humanidad saldrá a luz, e irás hacia allá. —No hay nada que me haga volver, ni nada que me haga firmar—, me acerque a él, de manera desafiante—, te lo he dicho ya, Seth, no te tengo miedo. —¿Cuando hablaste por última vez con tu madre? ¿Con Eleonor?—. Me tomó del rostro observando mis ojos—, ¿Qué es lo que sabes del mundo real? Más allá de toda la farsa de mentiras que te has inventado para fingir que todo está en orden. Blair, por si no lo has notado, estás en peligro, y créeme que yo soy el menor de tus problemas. —No sabes nada. —Luke a llamado a tu padre—, siguió con descaro—, Si no eres de él, se asegurará de joderte la vida. Y posiblemente, sentí que todo se hizo un dolor en mi pecho, generando un dolor tras otro, habría sabido dónde tirar cada bala, haciéndome recordar a mi familia, recordándome el miedo que llegué a sentir. —¿Quieres asustarme para que? ¿Obtener una empresa?—, le dije en tono bajo—. Eso es… —Un bien mutuo, Blair—, mencionó con calma, tomando los documentos acercándose a mí—, Yo necesito esto, y cualquier chiflada no es lo que quiero, y tú necesitas dos cosas. —No… Yo no necesito nada de ti. —Necesitas protección, y dinero, si es que quieres ayudar a tu madre—, dejó los documentos en mis manos, de golpe—. Llámala. Serás tú quien venga a mi casa, no tardes tanto en pensar las cosas Blair. La suerte y las oportunidades siempre se terminan.