No se equivocaba en muchas cosas, Caín habría sido quien me defendió en mi antiguo trabajo cuando tuve aquel accidente.
Pero, de alguna monera, ambos iban muchos pasos adelante de mí, desde el primer día que comencé a trabajar en la cafetería de Nina, comencé a recibir flores desde Seth, con aquellas tenebrosas tarjetas donde decía que sería suya, y de algún modo, Caín desde aquel día tenía mi número de teléfono, mandándome mensajes “lindos”.
Sabía que los hermanos Alaister querían algo de mí, pero, ¡Vamos! ¿Qué podrían obtener de una chica de casi veinte? Que ellos no tuvieran.
—Estamos a solas… Así podemos hablar, ¿No?—, pregunté moviendo de arriba abajo mi pierna—, ¿A dónde conduces?
—De haberte querido hacer algo malo Blair, lo habría hecho anoche que tenías aquella droga en tu sistema—, mencionó con desaires—. Lo que me interesa es que no muestras cualquier tipo de miedo referente a nosotros. No de la manera en que los demás lo hacen.
Aquellas personas que solían acceder con tal