Entre golpes y palabras desafiantes los hombres que le servían a la familia Fiorentini lavaron el cuerpo de Leonardo, luego fue llevado a una habitación, ataron sus extremidades a los costados de la cama.
Con el cuerpo desnudo y vulnerable fue dejado allí, su cuerpo temblaba, su furia se incrementó con el pasar de cada minuto, sus deseos por acabar con la vida de Cristina eran cada vez más altos.
Sus extremidades donde estaban las ataduras sangraban debido a la fuerza que ejercía para liberarse, la intensidad de la luz bajó, una extraña música de fondo anunciaba la presencia de Cristina.
Una puerta se abrió, con las pocas fuerzas que le quedaban a Leonardo levantó la cabeza para observar de quien se trataba, su mirada se espantó, ahí estaba ella, si, se trataba de Cristina.
Aquella manera en que vestía le recordaba a las mujeres que trabajaban en sus bares, las cuales hacían el número de entretener a los clientes con sus bailes sexuales.
Cristina sacó la mano que traía atrás de su c