Los días fueron transcurriendo, Elena se mostraba bastante inquieta, recorría la propiedad varias veces en el mismo día, en las noches no podía conciliar el sueño fácilmente, aquel encierro se había convertido en una completa tortura.
Por motivos de seguridad Marcello había incrementado la seguridad de la propiedad, era de noche y Elena permanecía sentada bajo las estrellas con una bata sobre su cuerpo y en su mano una taza de aromática para tranquilizarse.
—Señora, no quiero ser imprudente, pero lo mejor es que vaya adentro, es una noche fría y en sus condiciones no creo que sea favorable —interrumpió Marcello.
—¿Dónde crees que se encuentra en estos momentos? —preguntó Elena manteniendo la mirada fija en el vacío.
Marcello respiró profundo, dio unos cuantos pasos más acercándose a ella, era un hombre prudente, sabía controlar su lengua para no causar problemas, así que pensó muy bien antes de dar su respuesta.
—No lo sé, pero donde quiera que se encuentre seguramente está negoci