Una vez que los hombres de Leonardo lograron abrir el camino, él subió a uno de los autos y arrancó a toda prisa, todo lo que había vivido con Elena pasaba en cuestión de segundos por su cabeza.

Su pecho ardía, sus manos se estremecían de coraje, mientras que sus ojos vidriosos mostraban el infierno que había en su interior, al llegar detuvo el auto, descendió con el corazón en la mano.

Lo que sus ojos estaban viendo no era fácil de soportar; deseaba meter las manos al fuego, pero ya no había nada que hacer, todo estaba envuelto en llamas, unas pocas latas lograron sobrevivir de aquel feroz fuego.

Leonardo cayó de rodillas, cerró los puños con fuerza siendo difícil poderse contener, aquel hombre indestructible vio como todo lo que lo conformaba había terminado, su esposa y su pequeña hija nunca las volvería a ver.

Leonardo gritaba, su llanto estremecía el ambiente, se agarró la cabeza con sus dos manos mientras que las lágrimas brotaban de sus ojos, la impotencia de no haber podido