Dos días después.
Marcello junto con todo el personal irrumpieron en aquella casa abandonada, a través de las linternas pudieron ver que al fondo se encontraba un hombre atado sobre una silla.
Con las armas apuntando en todas las direcciones cubrían a Marcello, quien a toda prisa fue directo hasta aquella silla, Marcello llevó sus dos manos a la cabeza, la sangre seca sobre el pecho de Leonardo hizo que todo terminara.
—Mierda, mierda, mierda... —Marcello se reclamó por no haber podido proteger a su jefe.
Él dobló las rodillas y cayó a su lado, se sentía destruido, no tenía cara para regresar a la propiedad y decirle a Elena que estaba muerto, ya nada tenía sentido.
Un profundo respiro salió de Leonardo, su garganta hizo un extraño sonido, Marcello dio un pequeño salto, llevó la mano hasta el mentón de Leonardo y levantó su rostro.
—Agua —pidió Leonardo con su último aliento.
—Traigan agua, traigan agua ahora mismo —ordenó Marcello liberando las ataduras de Leonardo.
Débil y sin f