Leonardo acompañado de su gente llegaron a Nueva York, sabía que el tiempo corría en su contra, así que le había dado la orden a Marcello para que investigara sobre posibles propiedades que un día fueron de Marco.
—Hijo, te quedarás con Luca, él te protegerá, no puedes ir conmigo, no tengo ni la más mínima idea con lo que nos vayamos a encontrar, ni loco te pondría en riesgo —le dijo Leonardo a su hijo.
—¿Entonces a dónde iré?
—Irás a uno de mis negocios, una vez estés allí ese lugar se convertirá en una fortaleza, no tengas miedo todo saldrá bien, si hay la más mínima posibilidad de que tu hermana y tu madre estén con vida, te juro Santino que las traeré de vuelta —Leonardo se despidió de su hijo besando su frente.
Santino fue llevado a uno de los clubes nocturnos de Leonardo, una vez el pequeño atravesó la puerta Lucas se encargó de que sacaran a todos los clientes, y de igual manera al personal que trabajaba allí.
—Pero, ¿quién ha sido el estúpido que ha permitido el ingreso de