Leonardo cayó de rodillas justo al lado de su amada, acarició el cabello de Elena buscando que se calmara, la sostuvo entre sus brazos y besó su frente, una delgada lágrima rodó por su mejilla, estar nuevamente al lado de su esposa era casi imposible de creer.
Elena se levantó, empujó a Leonardo separándolo de su cuerpo, tomó el teléfono en su mano, y se comunicó con la policía, Leonardo de inmediato terminó la llamada.
—¿Qué haces imbécil?, se acaban de llevar a mi hija, debo dar aviso de inmediato a las autoridades, el hombre que supuestamente era mi esposo de un momento a otro perdió la cabeza, me arrebató todas las propiedades y ha jurado no ser el padre de mi hija.
Explicó Elena con la voz quebrantada, Leonardo se acercó, estiró los brazos y tomó sus manos, el llanto de Elena se detuvo por un instante ella levantó la mirada y se fijó en la suya.
—No sé quien eres, pero estoy segura que en algún lado te he visto —comentó ella en un tono de voz bajo.
—Soy Leonardo Giordano, tu