Luego de aquella zambullida bajo el agua, Elena se mostró débil, Leonardo se sentía culpable, la levantó en sus brazos y la llevó hasta la habitación, de manera cuidadosa la puso en pie.
El cuerpo de Elena temblaba, solo que no era a causa del frío que lo hacía, los nervios se habían apoderado de ella, Leonardo siendo sigiloso escaneó su cuerpo con la mirada.
La ropa húmeda se había pegado a su cuerpo, sin mayor esfuerzo se podía notar su figura, Leonardo se perdió en sus curvas, a pesar de insinuar cuanto le molestaba la presencia de Elena, el brillo en sus ojos decía lo contrario.
—Me retiraré para que puedas cambiarte con libertad, ordenare que te traigan una bebida caliente —Leonardo se dio vuelta y caminó hacia la puerta.
—Puedes quedarte —espetó Elena con la voz temblorosa sintiendo miedo ante un nuevo rechazo.
Leonardo se detuvo, exhalo con fuerza y dibujó una sonrisa levantando la comisura de sus labios, llevó las dos manos a los bolsillos y giró sobre sus talones.
—¿Qué