En el interior de la mansión de la familia de Nico todo se convirtió en un completo caos, Leonardo había derribado al mayordomo, sobre su pecho colocó la rodilla, mientras que con la pistola apuntaba directo a su cabeza.
—Habla imbécil, ¿dónde está mi hija?, juro que si no respondes abriré un agujero en tu maldita cabeza —amenazó Leonardo desesperado.
—Señor ya le contesté, no tengo otra respuesta para usted, le juro por mi vida que no sé donde se encuentra, lo único que le puedo asegurar es que ha salido en compañía del joven Nico —respondió el mayordomo sintiéndote amor por su vida.
—¿Dónde está Cristina? —el mayordomo frunció el ceño.
—¿Cristina? —preguntó.
—Si imbécil, Cristina o Gabriele, ¿dónde demonios están tus jefes?
—No conozco a ninguna de esas dos personas, mis jefes se encuentran en el extranjero en uno de sus viajes de negocios, no comprendo lo que está sucediendo.
—Padre, padre... —llamó Santino hasta lograr conseguir su atención.
—¿Qué sucede?, acaso no te das cu