Tan solo unas pocas horas antes del amanecer Elena pudo dormir recostada sobre el pecho de Leonardo, mientras que él lo único que deseaba era tener a su hija de vuelta, se culpaba por no haber hecho nada antes.
Ante los primeros rayos de sol, Leonardo movió el brazo de Elena, logrando conseguir que despertara, ella se sentía agotada, toda esa situación hacía que un fuerte dolor de cabeza fuera constante.
—Debemos alistarnos para salir —musitó Leonardo.
Fueron a la habitación, luego de lavar sus cuerpos fueron a la mesa, sin siquiera tomar asiento dieron unas cuantas mordidas a un sándwich, al llegar a la sala Santino esperaba por ellos.
—Por lo visto tampoco lograste dormir bien —habló Leonardo.
—Así es —respondió Santino.
Elena se acercó a su hijo y lo abrazó, el miedo de perder a Anna salía por sus poros, aquella mirada de tristeza era difícil de ocultar.
—No te preocupes madre, se que Anna está bien, ella es una mujer demasiado fuerte, pronto estaremos con ella —aseguró Santino.