El hermano
El viento frío de Escocia azotaba las ventanas del refugio como un tambor de guerra lejano, un eco del torbellino que amenazaba con consumir a la familia Belmont. En la sala de mando improvisada, la luz azulada del monitor proyectaba sombras en los rostros tensos de Sophie y Logan, reflejando más que cifras: una guerra que aún no terminaba.
Los últimos informes de Dalia se desplegaban en pantalla, revelando nuevos casos de niños marcados por Génesis en todo el mundo. Sophie leía en silencio, su mandíbula apretada, mientras Logan —sentado a su lado, las manos entrelazadas con esfuerzo sobre su regazo— repasaba los datos con la mirada endurecida.
Afuera, en el jardín, los trillizos jugaban entre hojas secas. Liam elevaba piedras con movimientos suaves de las manos, Noah cronometraba sus levitaciones con una precisión obsesiva, y Alex pintaba figuras abstractas en el aire con un palo como si escribiera fórmulas invisibles. Marcus los vigilaba, su silueta firme, casi inmóvil.
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